Lavado de dinero de la minería ilegal crece más rápido que el del narcotráfico

El lavado de activos por la extracción ilegal de oro ha aumentado 49,6% entre agosto del 2012 y enero del 2014, mientras que el blanqueo de dinero proveniente del narcotráfico en el mismo período solo ha crecido 5,9%, según datos de la SBS.

Mientras que miles de hectáreas de la selva peruana sucumben ante el mercurio y otros venenos, el arte de convertir el dinero del oro ilegal en capitales limpios ha crecido en el país.

La Superintendencia de Banca y Seguros (SBS) detectó que, entre agosto del 2012 y enero del 2014, el lavado de activos por laminería prohibida aumentó 49,6%, en tanto el blanqueo de dinero proveniente del narcotráfico en el mismo período solo creció 5,9%.

Los montos son alarmantes. El dinero lavado como producto de la extracción ilegal de oro detectado por la SBS pasó de US$1.019 millones a US$1.525 millones solo en esos 18 meses. En contraste, el capital blanqueado por el tráfico de drogas en el mismo período pasó de US$4.910 millones a US$5.200 millones.

En el Perú, según especialistas consultados por El Comercio, se dan las condiciones para que el lavado de dinero por la explotación ilegal de oro (19% del total) supere en un mediano plazo al del envío de drogas, que representa el 63,4% del total.

Flavio Mirella, director de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc, por sus siglas en inglés), explica que la facilidad para hallar reservas auríferas en nuestro país hará cada vez más lucrativo este negocio y, por ende, obligará a los grandes clanes ilegales de mineros a blanquear sus ganancias a toda costa.

“El potencial para que la minería ilegal se expanda es mayor que el del cultivo de coca. La zona donde se produce esta hoja tiene ciertas características geográficas, fáciles de detectar. Pero el país tiene reservas auríferas esparcidas por la costa, la selva y sierra. Ello significa que si ingresáramos en una fiebre del oro sin control, habrá una mayor actividad ilegal de lavado de activos. Existe la posibilidad de que se expanda, pues están dadas las condiciones”, aseguró el representante para Ecuador y el Perú de la Unodc.

LAS CAUSAS

Existen dos principales factores que facilitan el lavado de grandes sumas de dinero que se obtiene, tanto depredando los suelos y ríos como exportando cocaína.

El primero es que no hay un adecuado marco legal que permita vigilar las operaciones financieras sospechosas y, de ser necesario, embargar de manera inmediata los bienes de quien no puede justificar su fuente de ingresos.

La razón de esta limitante es que la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF), brazo de la SBS, no tiene facultad para levantar secretos bancarios y tributarios en caso quiera investigar a un potencial ‘lavador’ peruano en el extranjero. Es decir, el único organismo estatal especializado en la detección de operaciones sospechosas de lavado no puede acceder a información valiosa para una hacer denuncia fiscal, como sí pueden hacerlo otras entidades financieras.

Sergio Espinoza, superintendente adjunto de esta entidad, pidió que se apruebe el proyecto de ley que permita acceder a esta información. “Al no poder acceder a los datos, la UIF ve limitada su capacidad de intercambiar información con sus pares internacionales. Es decir, las personas investigadas tienen más tiempo para impedir la eficaz acción de la justicia”, explicó.

Otro factor que allana el camino para el lavado de activos es el nivel de informalidad que impera en el sistema económico del país. “Entre el 50% y 60% de la actividad económica es informal y deja el camino abierto para lavar activos. Esta informalidad crea un ambiente permisivo para lavar todo ese dinero, ya que se requiere de más de una persona para blanquearlo, y de muchas otras para enviarlo al extranjero”, señala Flavio Mirella, director de la Unodc, quien además lamenta la escasa capacidad estatal para investigar los movimientos comerciales.

“En el Perú la cantidad de peritos especializados en lavado de activos se cuentan con los dedos de las manos”, dijo un preocupado Mirella.

JUAN PABLO LEÓN ALMENARA – El Comercio