El whisky no es cocaína

El ComercioEn artículo publicado en el diario El Comercio que reproducimos a continuación,  el abogado Alfredo Barrera argumenta que una eventual legalización de las drogas no lograría la disminución de la violencia como es su objetivo, sino que por el contrario los narcotraficantes tendrían mejores condiciones para desarrollar sus actividades y generar mayores utilidades, aumentando con ello, aún más, su poder.

La opinión favorable a la legalización de la droga considera que el principal problema es la violencia que generan los narcóticos, la que terminaría si estos fueran legales. El gran argumento es el paralelo que se hace con los licores en Estados Unidos.

El tráfico de drogas es un gran negocio no necesariamente porque sea ilegal, sino porque los márgenes de ganancia son muy altos. Obviamente, hoy ello se debe a que la droga es ilegal, pero también podría mantenerse a pesar de que la actividad se vuelva legal.

¿Qué sucedería si una vez legalizada los narcotraficantes que asesinan a familias enteras para sacar del mercado a competidores, empezaran a asesinar a los nuevos empresarios que intenten entrar a la actividad de las drogas? ¿Si en México, el Estado no puede actualmente impedir las matanzas, qué hace pensar que sí las podrá impedir al mes o año siguiente de la legalización? Si los empresarios que empezaran a dedicarse a esa actividad fueran asesinados, es lógico que los formales no van a insistir en ingresar en un negocio de tan alto riesgo.

Así las cosas se daría la curiosa situación de que los narcos mantendrían sus actividades ilegales en lo que les conviene (asesinar a sus oponentes), pero se beneficiarían de la parte legal en otros aspectos, como es no ser interceptados en las ventas al menudeo, con lo cual el objetivo de la legalización —que es la disminución de la violencia— no se daría y, por lo contrario, los narcos tendrían mejores condiciones para desarrollar sus actividades y generar mayores utilidades, por ende, aumentar su poder.

El paralelo entre la supresión de la prohibición del alcohol y la legalización de las drogas no es válido por varias razones.

Estados Unidos es muy distinto a México. El año 1930 no es igual al 2010. El whisky es diferente que la cocaína. La capacidad criminal de Al Capone no es la misma que la de los cárteles de la droga. Las ganancias de los licores no es comparable con las que rinden las drogas.

Más parecido y válido sería hacer paralelos sobre actividades criminales actuales, como sería creer que si Somalia legalizara el secuestro de barcos, los piratas dejarían sus actividades para dedicarse a la pesca. O pensar que si Tailandia legalizara la prostitución infantil, las niñas dejarían los burdeles para irse a la escuela. Muy dudoso es también que si se legalizara la droga, los capos se vayan a dedicar a otra cosa.

La lucha contra la violencia de las drogas debe cumplirse en la forma como lo hizo Colombia, que prácticamente ha salido vencedora. La violencia y la inteligencia policial al máximo, sin ahorros y sin dudas.

Es verdad que la violencia genera violencia, pero también es verdad que la violencia extrema criminal solo puede ser derrotada con mayor violencia e inteligencia estatal.

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