La muerte del terrorista conocido como “William” o “Guillermo” es el primer éxito desde que las Fuerzas Armadas se hicieron cargo del Vrae en 2006.
Operación policial
Fue una operación policial de principio a fin, ejecutada por la Dirección Antiterrorista (Dircote) y la Dirección Antidrogas (Dirandro) que con trabajos de inteligencia lograron ubicar a William y emboscarlo en Llochegua (Huanta, Ayacucho), adonde había llegado probablemente en camino a una reunión de mandos.
William capitaneaba una columna que operaba en Junín, básicamente en Satipo y San Martín de Pangoa y había recibido instrucciones para ampliar su área a la provincia de Concepción, donde empezaba a incursionar.
La Policía utilizó las mismas armas empleadas en el Alto Huallaga entre 2006 y 2012 para destruir al grupo terrorista que comandaba “Artemio”: inteligencia, infiltración, ayuda de la cooperación internacional y golpes de mano que permiten capturar o abatir a los cabecillas senderistas.
Lo increíble es que los éxitos policiales del Alto Huallaga no habían sido aprendidos ni replicados en el Vrae, donde las Fuerzas Armadas acumularon un rosario de derrotas desde 2006. Probablemente jugó un papel el hecho de que los oficiales del Ejército que han estado al mando desprecian a la Policía y se negaron a darles participación hasta ahora.
Las cosas parecen estar cambiando desde que el almirante José Cueto asumió la presidencia del Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas. En buena hora.
También se ha demostrado la falsedad de la tesis que han repetido incansablemente militares en retiro para justificar las derrotas: el Vrae es muy diferente al Alto Huallaga y mucho más difícil, no se puede aplicar la estrategia que desarrolló la Policía en el AH.
Por último, el gobierno con la torpeza que lo caracteriza, confundió las cosas y se entrampó en una discusión sobre la identidad del terrorista y afirmando temerariamente que William fue el que disparó a la mayor Nancy Flores en La Convención, una zona totalmente distinta a la de las operaciones de ese cabecilla.
Veinte años después
El 12 de setiembre se cumplen veinte años desde que la Policía capturó a Abimael Guzmán y la cúpula senderista, desarticulando a una de las más sanguinarias organizaciones terroristas del mundo.
El trabajo lo realizó el Grupo Especial de Inteligencia (Gein) de la Dircote. Los oficiales al mando fueron Antonio Ketín Vidal, Benedicto Jiménez y Marco Miyashiro entre otros, todos de la antigua PIP (por eso le pusieron a Guzmán el N° 1509, conmemorando el aniversario de la PIP el 15 de setiembre).
Fue un trabajo impecable de inteligencia, captación de desertores, seguimiento y vigilancia, sin torturas ni ejecuciones extrajudiciales.
La noche del 12, cuando la Dircote tenía a Guzmán en su poder, Vladimiro Montesinos ordenó al ministro del Interior (un general EP) y al jefe del Servicio de Inteligencia del Ejército (un coronel EP) que lo arrebaten a la Policía para presentar la captura como un éxito del SIN y los militares. El general Vidal se plantó firme y no dejó que lo trasladaran. Él y el Gein pagaron las consecuencias luego.
El Ejército los derrotó en el campo
Antes de la captura de Guzmán, mucha gente tenía la sensación de que Sendero estaba ganando y a punto de tomar el poder. Los atentados terroristas que se multiplicaban en Lima daban esa sensación.
La realidad era otra. Sendero estaba siendo derrotado en el campo por el Ejército y la ola de atentados fue una medida desesperada, una huida hacia adelante.
Aproximadamente desde 1988 el Ejército empezó a desbaratar sistemáticamente a Sendero en las zonas rurales. No solo fue la alianza con las rondas campesinas, como se suele decir, sino una política más amplia. Sendero había aprovechado desde el comienzo las disputas y conflictos ancestrales entre comunidades y dentro de las comunidades para, apoyándose en un bando, someter y arrasar al otro.
Cuando los militares aprendieron eso empezaron a hacer lo mismo desde el otro lado, con un poder de fuego y una potencia inmensamente superior. Esa es una de las razones por las que la guerra fue tan sangrienta, como ha registrado la Comisión de la Verdad (CVR). No se enfrentaban solo los terroristas y las fuerzas del orden, sino los combates involucraron a muchos sectores de la población.
Quizás los hitos del quiebre estuvieron durante las jefaturas de los generales José Valdivia Dueñas, “Mariscalito” (1988) en Ayacucho y Alberto Arciniega (1989) en el Alto Huallaga.
No podía ganar
Contrariamente a lo que pensaban muchos, Sendero no tenía una gran fuerza militar. Los manuscritos de Guzmán hallados por el Gein en 1990 y 1991 revelaban que en el país tenían alrededor de mil armas de fuego por todo haber.
Eso lo sabía el gobierno, pero igual Montesinos y Alberto Fujimori usaron a Sendero como pretexto para el golpe del 5 abril de 1992.
Contradiciendo ideas difundidas en esa época, escribí en esta columna en marzo de 1992 “en realidad SL no tiene ninguna posibilidad de tomar el poder. (…) Abimael Guzmán jamás va a gobernar el Perú”.
(Caretas, “¿Puede ganar Sendero?”, 23.3.92). Por supuesto, podía causar daños y traumas terribles.
Veinte años después, las fuerzas del orden parecen por fin encaminadas a destruir los últimos remanentes de esa banda asesina en el Vrae (sin que eso tenga que ver con el desarrollo, las obras y los programas sociales, como sostiene el gobierno). Ojalá que persistan en la estrategia que llevó a acabar con William, y que la política y los celos institucionales no interfieran.