Un numeroso grupo de pobladores de la carretera central, cansado de ver cómo una pareja se dedicaban a la venta de drogas a vista y paciencia de las autoridades, tomó la justicia por sus propias manos expulsándolos e incendiando la casa donde vivían.
La respuesta popular ante las reiteradas amenazas de los delincuentes ocurrió en el asentamiento humano San Antonio Pedregal de Chosica. Al respecto, el analista en temas antidrogas Rubén Vargas dijo que es claro que el principal insumo de las drogas es la coca ilegal. “La hoja de coca ilegal que se produce en nuestra amazonia, y genera enormes y negativos impactos ambientales, ahora también ha provocado que una familia sea atacada por comercializar drogas.
Todo empezó a finales de diciembre, cuando su dirigente, Moisés Jiménez, promotor de deportes a nivel infantil, decidió enfrentar a los esposos Alberto Leguía Aparicio y Ana Morales Tapia, y exigirles que se marcharan del barrio. La pareja había convertido su casa en un centro abastecedor de drogas al menudeo.
El líder vecinal era testigo innumerables veces de la llegada de autos y motocicletas con desconocidos, que se estacionaban en la puerta de la vivienda para comprar y consumir ‘ketes’ de pasta básica de cocaína’, ante la mirada desconcertada de los niños. El propio Leguía Aparicio, que hoy purga condena en el penal de Lurigancho, siempre andaba armado y era el matón del barrio.
Esta valiente actitud sorprendió a los delincuentes, que antes de irse lo amenazaron de muerte. Días después fue interceptado por un automóvil de donde le dispararon varios balazos en la pierna y en el brazo, dejándolo en estado grave.
El pasado viernes la narco-familia regresó a San Antonio Pedregal. Pero el temor se había convertido en valentía, y la población reaccionó con furia, juntándose frente a la casa para exigirles que la abandonaran de inmediato. Como los traficantes se resistieron, los vecinos apedrearon la fachada, y luego penetraron destruyendo diversos insumos para la elaboración de ‘ketes’ y prendiendo fuego a los enseres, puertas, ventanas y otros muebles.
El mensaje fue claro: nadie quiere más drogas en San Antonio Pedregal. Quien diga lo contrario soportará la justicia popular. Por ahora los vecinos piden que el Instituto Peruano del Deporte reponga en su trabajo al valeroso líder vecinal, que se encuentra convaleciente de la cobarde agresión, y se refuerce la vigilancia policial en la zona.
La pregunta que se plantea la sociedad es, dónde estuvo la policía. ¿Qué hacen las autoridades competentes para enfrentar y erradicar este flagelo?, se preguntó el experto Vargas.