LIMA. Un nuevo golpe moral nos sacude. Junto al dolor que nos da la muerte cabalgando como nunca, el miedo que nos acecha cada día, y cuando apenas renacía la esperanza para derrotar al COVID-19 con la llegada de las vacunas, nuestras almas vuelven a sacudirse por el uso inescrupuloso, egoísta y oculto de las pruebas y vacunas. Decepción, pena, indignación se combinan y me invaden, seguramente como a la mayoría de peruanos.
Por suerte, a nosotros, la vida nos hizo fuertes. No es la primera vez que nuestra moral es golpeada. Quizá ahora duele más, por la tragedia en que nos ha sumido el COVID-19 no solo al Perú, sino a toda la humanidad. Porque, otra vez, gente en quien confiamos nos falla, pero sobre todo, porque lo han hecho en un momento donde sentimos que la muerte nos ronda y nos lleva en cualquier momento.
Gracias a que hemos pasado por trances parecidos, seremos capaces de resistir y vencer. Pero, eso solo será posible si seguimos aprendiendo de estos duros momentos. Este aprendizaje necesario, diario, individual y colectivo debe consistir en que la única posibilidad de evitar que esto se repita es contar con ciudadanas y ciudadanos solidarios, valientes, transparentes en todos los aspectos de la vida.
Tienen que cumplir la palabra empeñada y predicar con el ejemplo. Que ese comportamiento se convierta en cultura, en cosa de todos los días, y que nos atrevemos a unirnos en las miles de formas de colectivos ciudadanos, a tomar las riendas de nuestra comunidad. Las riendas de nuestros distritos, regiones y país, participando como ciudadanos, en una república de personas libres, valientes, transparentes.
Fueron 472 los que nos fallaron, pero los que insurgimos contra la mafia en plena pandemia y conjuramos el golpismo, manteniendo la democracia, fuimos el 92% de los peruanos. Los que queremos que se respeten nuestros derechos a ser libres y tener un país mejor y nuevo: somos millones. Toledo, Ollanta, Susana, ya nos fallaron. Ahora, Vizcarra, Pilar Mazzeti, Ciro Maguiña, rectores de universidades, del Nuncio Apostólico, científicos, trabajadores de la salud, empresarios. Claro, no robaron plata del erario público, no son narcotraficantes encubiertos o miembros de partidos investigados como bandas criminales. No intentaron asaltar el poder para la mafia. Pero el daño a la moral del país está hecho y debe ser sancionado debidamente, sin ánimo de venganza.
Debemos convertir esta ocasión en oportunidades para construir conciencia ciudadana. Para decirle al mundo, como en las jornadas multitudinarias, heroicas y ejemplares de lucha solidaria, valiente y pacífica, que la mayoría de peruanos estamos de pie y no nos rendimos. Y esto es posible porque es parte de nuestra memoria, de nuestra historia reciente en que hemos dado ejemplo de ello. Somos un pueblo que desde hace 60 años estamos cambiando y construyendo nuestro destino. No nos desmoralizan, no nos vencerán, ni el coronavirus, ni las mafias, ni los que nos fallan, porque somos fuertes, porque somos más. Resistiremos con valentía, con transparencia, dando vida a esa hermosa palabra y cultura nuestra del Ayni: Hoy por ti, mañana por mí. Venceremos.
Francisco y Violeta, saben bien que están como Presidente y Primera Ministra, por nuestra valentía multitudinaria. No pueden olvidar esa verdad. Por ello, es su obligación no defraudarnos. Demandamos que sean honrados, que el cronograma electoral se cumpla, que la vacuna llegue a todos, tomar decisiones para unir, para atender las necesidades y derrotar al COVID-19 para reactivar la economía.
Cumplan su palabra por ustedes mismos. Pero sobre todo, por el pueblo digno del Perú a quien se deben. Prediquen con el ejemplo, no nos fallen. Aún somos muchos quienes confiamos en ustedes. Saben que la mafia de los que no tienen alma, o la tienen sucia, pestilente y podrida que no descansa y está al acecho. Nosotros los ciudadanos seguiremos en nuestra tarea de hace 60 años: Si cumplen su palabra, nos ayudarán, y su conciencia estará tranquila. Pero pase lo que pase, seguiremos nuestro camino hasta que la alegría y la libertad sea un bien común.
Aquí estamos y estaremos a pesar de todo.
(*) Martín Soto Guevara