UCAYALI. Shirley Mori tiene 32 años, no es una heroína sacada de un relato amazónico, aunque lo parece. Tiene la habilidad de traducir mapas complejos en valiosa información para las comunidades shipibo-konibo en la Amazonía peruana, que aún siguen expuestas a la tala ilegal, el tráfico de tierras e, incluso, al hostigamiento y amenazas de muerte por defender su territorio.
Su loable esfuerzo le ha permitido convertirse en una de las pocas ingenieras shipibo-konibo en un entorno bastante masculinizado. Si bien las mujeres indígenas representan más de la mitad de la población autoidentificada como indígena, más del 81% no accede a educación superior, según el Censo Nacional del 2017. Incluso la Defensoría del Pueblo advierte que tres de cada 10 mujeres que hablan una lengua indígena de la Amazonía, no saben leer ni escribir.
Sin embargo, en la familia de Shirley, las mujeres sí han podido estudiar una carrera universitaria, como lo hicieron su abuela, su mamá y sus hermanas. Ella se inclinó por las ciencias ambientales, ya que desde muy niña en la escuela primaria de la comunidad de Santa Rosa de Aguaytía, en Ucayali, aprendió a sembrar frutales, lo que despertó su interés por la conservación de los bosques y sus beneficios.
“Estudié para poder apoyar a las comunidades”, destaca Shirley. Se formó en Ingeniería Agroforestal Acuícola en la Universidad Intercultural de la Amazonía, una profesión relacionada con la agroforestería, el manejo de bosques y la crianza de peces amazónicos que le ha permitido contribuir al progreso de las comunidades indígenas, en especial de las mujeres.
Un ejemplo es su trabajo con las comunidades de Shambo Porvenir y Santa Clara de Uchunya en Nueva Requena, Ucayali, un distrito que reporta altas tasas de pérdida de bosque: más de 5 000 hectáreas, según Geobosques. Allí, la ingeniera agroforestal fue elegida por la Federación de Comunidades Nativas de Ucayali y Afluentes (Feconau) para ser parte del equipo de especialistas que llevó adelante la construcción de los planes de vida de las comunidades.
La construcción de estos planes son parte de la intervención del proyecto Paisajes Productivos Sostenibles en la Amazonía peruana, liderado por el Ministerio del Ambiente, con la cooperación técnica del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y el financiamiento del Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF). Su objetivo es reducir la presión sobre los bosques, promoviendo sistemas productivos sostenibles.
Los planes de vida son hechos por y para las comunidades, porque permiten gestionar mejor su territorio respetando sus costumbres y tradiciones para luego interactuar con el gobierno nacional, regional y local, buscando su desarrollo. Además, contemplan propuestas de actividades económicas sostenibles que se inician con fondos semilla del proyecto, informó el PNUD a INFOREGION.
En 2021, Shirley lideró este proceso de construcción colectiva que tardó al menos siete meses de trabajo en campo junto a las comunidades. “No se trata de hacerle el trabajo a la comunidad, sino de transferir y compartir conocimiento, sobre todo a los más jóvenes”, recalca Shirley, quien además es experta en desarrollo comunitario.
En su ejercicio profesional, la ingeniera aporta una mirada intercultural que permite revalorar los saberes ancestrales para un diálogo más efectivo con otros actores en el territorio. Eso le ha servido para ser respetada y valorada por sus pares masculinos, así como para que su opinión sea tomada en cuenta por líderes y autoridades.
Aun así, Shirley reconoce que algunas veces ha tenido que hacer valer su punto de vista con firmeza entre sus colegas, así como superar miradas escépticas por parte de algunos líderes comunitarios. “El aporte de las mujeres a la comunidad es importante y yo me he formado para poder apoyarlas, para que no las minimicen”.
Precisamente, desde la perspectiva shipibo-konibo, el trabajo en comunidad se caracteriza por la dualidad, es decir, tanto hombres como mujeres se deben involucrar. “Ambos se apoyan y comparten actividades”, explica Shirley. “Se trata de recordar eso, que la mujer no solamente cumple tareas domésticas, sino también genera ingresos”.
Para cerrar esas brechas, la ingeniera busca reforzar lo que ella denomina: solidaridad de género, el apoyo mutuo entre hombres y mujeres, tal como es concebido desde la cultura shipibo-konibo.
“Aquí nadie es mejor, los dos formamos un equipo y debemos construir juntos”, recuerda. Pero todavía queda un largo camino por recorrer para que más mujeres en la Amazonía puedan acceder a mejores condiciones de educación, participar activamente de la toma de decisiones en sus comunidades y en el desarrollo del país.
Fuente: PNUD