Miles de soldados han sido detenidos y cientos de miembros del Poder Judicial fueron destituidos tras el alzamiento del viernes pasado que dejó casi 200 muertos en una noche caótica de violencia en Turquía. El gobierno cree que Estados Unidos estuvo detrás del intento golpista.
El primer ministro Binali Yildirim prometió que los golpistas «van a pagar un precio muy alto». Casi 6 000 personas han sido detenidas hasta el momento, dijo el ministro de Justicia turco, Bekir Bozdag y agregó que se espera que ese número aumente.
Entre los detenidos está el general Bekir Ercan Van, quien era el comandante de la base aérea de Incirlik, de acuerdo con la oficina de la presidencia. Esa base es utilizada por Estados Unidos para lanzar ataques aéreos contra ISIS en Siria e Iraq.
El presidente turco Recep Tayyip Erdogan no descartó restablecer la pena de muerte para castigar a los autores de la insurrección. «Este derecho tiene que ser evaluado por las autoridades competentes de acuerdo con la Constitución y la decisión se puede tomar», agregó.
En tanto, la relación con Estados Unidos se tensa pues se insinúa que los norteamericanos apoyaron el golpe. Al respecto, John Kerry, secretario de Estado, aclaró que ese tipo de acusaciones son «totalmente falsas» y «dañan» las relaciones bilaterales.
La declaración se hizo después que Erdogan acusase a su antiguo aliado y ahora enemigo Fetulá Gülen, autoexiliado en Estados Unidos, de estar detrás del golpe, cosa que el clérigo negó. Por ello, el presidente turco pidió a Washington extraditar a Gülen, pero su ministro de Exteriores reconoció que todavía no se ha realizado una solicitud formal.
Al respecto, Kerry ha afirmado que está dispuesto a «estudiar» cualquier «prueba legítima que soporte un escrutinio» de la implicación del clérigo, residente en Pensilvania, en la intentona golpista.