Una reflexión sobre la actual situación de los miembros de la Policía Nacional del Perú presenta el ex director de esta institución Gustavo Carrión en el artículo «Treno por Juan García Jurado», publicado recientemente en el blog Espacio Compartido, que reproducimos a continuación.
Treno* por Juan García Jurado
Por: Gustavo Carrión Zavala.
¿Quién es Juan García Jurado?, el nombre obviamente no nos sugiere nada, pues corresponde a un humilde sub-oficial de la policía asesinado el día de ayer, 18 de Enero, cuándo, urgido por compensar las bajísimas remuneraciones que recibe en la policía, se empleó en su día de descanso para escoltar a una funcionaria de PROVIAS que transportaba las recaudaciones de un peaje norteño (la funcionaria también murió). No es el caso único de “Juanacho”, como familiarmente se le conocía a este humilde servidor, a quién tomo emblemáticamente porque además de conocerlo desde muy pequeño, era hijo de un policía, (ya desaparecido) y un continuador de esta tragedia que implica en el país pertenecer a una institución como la Policía Nacional, cuyos integrantes son relativizados por un estado, que lejos de respetarle sus elementales derechos, los utiliza sin importarles la pobrísima formación que se les brinda, las incalificables condiciones laborales, las ridículas remuneraciones, la pésima atención de su salud.
El drama de los policías honrados, es que tienen, como dicen ellos “chivear”, lo que equivale a buscar como emplearse en sus momentos de descanso, para poder compensar las pobrísimas remuneraciones. No resulta difícil entender que un hombre trabajando incesantemente todos los días, sin descanso, hace mal los dos trabajos, el que le toca cumplir en el servicio policial y el que se agencia en sus momentos de holgura, aletargando sus respuestas frente a ataques arteros de la delincuencia.
Estoy seguro, que los responsables de las condiciones en las que tienen que trabajar los policías, pronunciarán engolados discursos, resaltarán el martirologio de “Juanacho”, adoptarán las histriónicas poses que acomoden a las luces de las cámaras televisivas y los destellos de las fotografías y ofrecerán mediáticamente todas las compensaciones habidas y por haber. Estoy también seguro que los deudos del asesinado policía, iniciarán el “vía crucis” de los burocráticos trámites institucionales, hasta que pasados unos días, todas las promesas se olviden, esperando le toque al siguiente policía asesinado.
En el colmo del descaro y de la deliberada inducción de un estado de crispación institucional, se anuncia como solución el aumento de cien soles, en dos tramos, el primero en abril con cincuenta soles mensuales y el otro a partir de setiembre, con los otros cincuenta. Con sencilla aritmética sabremos que entre los meses de abril a setiembre los policías ganarán un sol y sesenta seis céntimos diarios adicionales a sus magras remuneraciones y a partir de setiembre, se incrementará en “sustanciosos” tres soles con treinta tres céntimos diarios. Si este insultante aumento, se compara con lo que puede ganar un policía que se alquila en sus momentos de descanso, que fluctúa entre cincuenta a ochenta soles diarios, seguiremos asistiendo al sobre empleo al que se ven obligados los policías que no quieren corromperse a través del cumplimiento perverso de la función.
Adicional a este ridículo aumento, que viene después de muchos años y que no se adiciona al cálculo de la remuneración básica, mantienen en suspenso la expectativa institucional, por un discutidísimo bono (que se aprueba, que se observa, que no hay financiamiento, que depende de la ministra de economía, que es un mal precedente, etc., etc., etc.), que si bien jamás resolverá la cuestión de fondo de la remuneración policial, ayudará a ilusionarlos por algunos días. Es urgente que las autoridades del sector, que además son policías, se pronuncien por la solución integral de las remuneraciones de los policías, pues sin ser exclusivo, constituye un aspecto importante para recuperar la identidad con la función y con la institución misma y por el convencimiento que no se mejorará los niveles de seguridad con una policía desmotivada, mal formada, mal estimada, mal remunerada y obligada a cumplir trabajos paralelos.
Profundos lamentos por la muerte de este humilde policía, que se suma a los que lo antecedieron y precede a los que lo seguirán, si seguimos asistiendo a la indolencia de los responsables de los derechos que corresponden a todos los policías y que son recurrentemente burlados.
* Canto o lamento fúnebre.