Tingo María: Donde nace la selva

En el Perú, la Amazonia tiene una puerta de entrada, y esta se llama Tingo María. Durante años, esta zona estuvo asolada por la violencia terrorista y el narcotráfico; sin embargo, hoy la situación es distinta. La paz ha llegado y este punto de acceso a la selva abrió no solo sus puertas, también su corazón al turismo, mostrando una enorme riqueza de recursos naturales, desarrollando una aceptable oferta hotelera y ofreciendo un sinfín de actividades al aire libre.

Bienvenidos al paraíso

Es la única ciudad que se puede jactar de colindar con un área de reserva natural, el Parque Nacional de Tingo María. Esta zona protegida de 4.777 hectáreas alberga muchas maravillas naturales.

Sus impresionantes cavernas y su privilegiada ubicación entre ríos, que baj an de la cordillera hacia el monte, nos regalan un gran número de vistosas caídas de agua. Para acceder solo hace falta viajar 15 minutos en auto, colectivo o motocar (pasajes a S/.5); o puede llegar como un verdadero explorador, surcando el río Monzón en balsa en una hora (S/.20 por persona).

Muy cerca de la entrada al Parque Nacional se encuentra una de las más espectaculares cuevas, conocida como la Cueva de las Lechuzas. Esta formación natural se asemeja a una catedral de piedra por sus dimensiones y por las numerosas estalactitas y estalagmitas que penden desde el techo o crecen desde el suelo.

Aún no ha sido explorada en su totalidad, pero se sabe que se extiende por más de 400 metros hacia el corazón de la montaña. Es el refugio natural de un ave llamada guácharo (confundido originalmente con la lechuza, por los primeros visitantes, que le pusieron el nombre) y que hoy está en riesgo. La cueva también es hogar de curiosos animales, que evolucionaron entre las oscuras paredes, por lo que perdieron el color; como la cucaracha albina, o el traslúcido sapo de cristal.

Buscando cascadas

Silo suyo es explorar, puede adentrarse en el parque (siempre consultando antes a los guardaparques), para buscar las muchas cataratas de la zona. Desde allí hay varias rutas de dificultad variable para alcanzar alguna de las siete caídas de agua que existen en el parque.

Las cataratas de El Encanto y Espejo, por ejemplo, exigirán varias horas de caminata y para llegar a ellas habrá de cruzar hasta en ocho oportunidades el río Derrepente. También están las cataratas de Gloria pata, Sol Naciente, Salto del Ángel (caída de 60 metros, accesible solo durante el invierno), Río Perdido o La Quinceañera.