El nueve de abril de 2012 será una fecha inolvidable para Miguel Ángel Huamán Gómez. Eran las tres de la mañana de aquel infausto lunes. El pequeño centro poblado de Kepashiato dormía. De pronto una columna narcoterrorista de 150 hombres armados con fusiles AKM y pistolas Browning ingresó sorpresivamente al pueblo. Secuestraron a una treintena de trabajadores de Camisea. Todos siguen en manos de los subversivos. No fueron liberados 23 como se informó en la víspera.
No usaban pasamontañas. Vestían ropa de civil: chalecos de color azul y negro y botas de jebe. En minutos rodearon el pueblo del distrito de Echarate, provincia cusqueña de La Convención, y empezaron a sacar a autoridades y pobladores para reunirlos en una de las avenidas principales del pueblo. Miguel Ángel también fue conducido a la vía pública y sería un testigo privilegiado de lo ocurrido.
Ingresaron al campamento de la empresa SKANSKA, de donde sacaron a sus trabajadores. Eran entre 25 y 30. Antes habían cerrado las dos únicas vías de acceso a Kepashiato (Kimbiri-Kepashiato y Echarate-Kepashiato) para que ningún vehículo ingrese a la comunidad durante su permanencia. Con el pueblo reunido, los “narcoterroristas” empezaron a hablar. Cuestionaron el gobierno del presidente Ollanta Humala, la explotación del gas de Camisea y el Plan VRAE que busca erradicar el narcotráfico y las actividades subversivas en el Valle de los Ríos Apurímac y Ene (VRAE). “También entregaron algunos volantes, textos en Word y hasta algunos folletos”, cuenta Miguel Ángel.
En los panfletos, al que tuvo acceso La República, los subversivos llamaron traidor al gobierno. En esos papeles también celebran la captura de Florindo Flores Hala, camarada “Artemio”. Ello probaría la tesis que la columna subversiva pertenece a la facción de Víctor Quispe Palomino, camarada “José” y opuesto al liderazgo de Artemio.
“Aquí la gente y autoridades no quieren hablar por temor a represalias. Pero debo decir que no fue una intervención violenta, sino pacífica”, señala Miguel Ángel.
Permanecieron dos horas y media en el lugar. Miguel Ángel tuvo el tiempo suficiente para contarlos uno a uno y memorizar sus rasgos físicos. A la cabeza del grupo sedicioso se hallaba un hombre de aproximadamente 40 años. Peinaba canas, de una estatura no mayor a un metro con 65 centímetros, tez trigueña, robusto y apenas masticaba el castellano. Le iba mejor con el quechua. “Era un quechua serrano el que hablaba bien, pero el castellano no”.
Podría tratarse del hermano menor de “José”, Martín Quispe Palomino, más conocido como camarada “Gabriel”. Entre los subversivos, Miguel Ángel pudo ver ocho menores de 12 años de edad aproximadamente. También estaban armados. La mayoría tenía edades entre 18 y 25, asegura.
Concluidos los discursos cogieron una combi para 15 pasajeros y seis camionetas donde fueron llevados los servidores de la concesionaria de Camisea. Partieron raudos hacia Alto Kepashiato. “Solo dos enfermeras, por ser mujeres, fueron liberadas. Ellas llegaron a Kepashiato, la empresa las embarcó rápido al aeródromo para viajar a Kiteni. No dieron ninguna declaración”, contó Miguel.
A las tres de la tarde, doce horas después de la incursión narcoterrorista, recién llegaron efectivos del Ejército peruano que han sitiado tanto Kepashiato (100 militares) como Alto Kepashiato (300 militares) y han empezado la búsqueda de los rehenes. Ayer prosiguió el operativo de las fuerzas conjuntas entre la Policía y el Ejército.
La alcaldesa de La Convención, Fedia Castro Melgarejo, aseguró que son en total 40 las personas secuestradas por senderistas y que hasta ayer ninguno había sido liberado. La autoridad edil, de esa forma, desmintió la información dada por la División Policial de La Convención respecto a la liberación de 23 secuestrados.