El año que termina comenzó con la captura de ‘Artemio’, último miembro del comité central del grupo terrorista Sendero Luminoso que operó en el Huallaga por más de veinte años. Este éxito fue consecuencia de la estrategia policial que comenzó el 2005 y se basó en la aplicación profesional de la inteligencia humana y electrónica.
La otra cara de la moneda es el VRAEM. El grupo terrorista se ha expandido territorialmente hasta La Convención (Cusco), controlando completamente el corazón energético del país (Camisea) y una importante ruta de salida de drogas cocaínicas. Menos mediático, por ahora, pero también han avanzado hacia las zonas altoandinas de la provincia de Jauja y Concepción (Junín). Con lo que tienen bajo su dominio una zona estratégica que les permite estar conectados con la sierra y la costa.
En el 2012 los terroristas también han secuestrado a trabajadores, han atacado un aeropuerto y destruidos helicópteros. Han asesinado a más de veinte miembros de las fuerzas del orden en emboscadas y ataques a bases militares. La ventaja en el manejo de la inteligencia, en el conocimiento del terreno y en el apoyo de la población campesina, sigue del lado del grupo senderista.
En el escenario más urbano y político la presencia terrorista también ha empezado a mostrar su rostro con mayor claridad. Se ha denunciado la infiltración hasta en cinco universidades públicas y en el magisterio nacional. Tal vez lo que grafique mejor es lo que está pasando en Huancavelica, donde se vienen disputando el control de las universidades y del magisterio las dos facciones terroristas (pensamiento Gonzalo y Proseguir).
La percepción de derrota y de falta de brújula en el Gobierno y la clase política es clamorosa. Lamentablemente no hay nada que nos indique que en el 2013 esto podría cambiar. Se sigue pensando en bases militares costosas y paquidérmicas y, paradojas de la vida, ahora los voceros de las Fuerzas Armadas sostienen que la derrota del terrorismo es de largo aliento, que primero hay que revertir las condiciones de pobreza y abandono. Este mismo discurso ya lo habíamos escuchado en la década de 1980 de los sectores de la izquierda peruana cuando se rehusaban a deslindar claramente con el terror.
En la lucha contra las drogas se ha logrado superar la meta en la erradicación de la coca articulada al narcotráfico. El panorama para el 2013 es aún más auspicioso, porque se anunció que se seguirá operando en el valle del Monzón y que, además, por primera vez el Gobierno destinará fondos públicos para abrir nuevos frentes contra la coca ilegal. Gracias a la erradicación sistemática se ha logrado expulsar al narcotráfico de regiones como San Martín y Ucayali. Si no arrastráramos las taras ideológicas, probablemente reconoceríamos mejor a este esforzado trabajo.
Lamentablemente seguimos con cifras insignificantes en materia de interdicción y lavado de activos. Todos sabemos que en el Perú el narcotráfico lava anualmente más de tres mil millones de dólares. Sin embargo, seguimos investigando el desbalance patrimonial de las tangas de una vedette.