Teodoro Quispe Vilca tiene 19 años, pero su mirada, modales y, sobre todo, sus manos, reflejan el duro trabajo que ha realizado en la última década, codo a codo con su mamá Estefanía. El esfuerzo de ambos en el campo debía alcanzar para el sustento de su hogar y el de sus hermanas menores, asentados en la comunidad campesina de Malliripata, distrito de Ayaviri (provincia de Melgar), a dos horas en auto de la ciudad de Puno.
Como muchas familias de la zona, los Quispe Vilca se dedican a la ganadería y agricultura, siendo la producción y venta de leche de vaca su principal sustento. Y si bien la unión de sus integrantes siempre fue -y continúa siendo- su principal fortaleza, muchas veces el dinero solo alcanzaba para los gastos básicos. Así que Teodoro redobló sus esfuerzos en el colegio para obtener las mejores calificaciones y lo consiguió, pues tiene claro que solo estudiando logrará ser un excelente profesional y sacará a su familia adelante.
“En el colegio me fue muy bien, obtuve muy buenas notas y saqué diplomas. Al terminar me fui a vivir solo a la ciudad de Puno, donde postulé a la Universidad Nacional del Altiplano para estudiar Ingeniería Agronómica. Ingresé al primer intento y ocupé el primer puesto de toda la escuela profesional. No obstante, mi economía me preocupaba mucho. Mi madre solo podía enviarme S/50 a la semana para sostenerme, y de milagro apareció Pronabec”, cuenta este empeñoso muchacho.
En el 2017, cuando tenía poco tiempo de haber iniciado la carrera, Teodoro se enteró de que el Programa Nacional de Becas y Crédito Educativo (Pronabec) del Ministerio de Educación había lanzado el concurso Beca Permanencia, dirigido a talentos de universidades públicas. Esta beca paga a los ganadores sus gastos de alimentación, movilidad y útiles de escritorio hasta que culminen sus estudios.
“Me enteré del concurso y postulé. Cuando publicaron los resultados no salió mi nombre entre los ganadores y me sentí muy mal, pero luego de 15 días se comunicaron conmigo. Me informaron que habían quedado vacantes, ya que algunos ganadores habían renunciado a la beca, presenté mis documentos y la gané. Cuando mi familia se enteró saltaron de alegría. Ahora solo me dedico a estudiar”, recuerda Teodoro, quien está por concluir el quinto ciclo de su carrera.
Contar con el respaldo del Estado peruano para cubrir sus gastos de alimentación, movilidad y útiles de escritorio, además de representarle un alivio, ha significado para Teodoro el impulso que le hacía falta para sacar adelante su propio negocio: la crianza tecnificada de cuyes.
“La ganadería en Ayaviri necesita de conocimiento y, en especial, métodos científicos. Cuando termine mi carrera me voy a enfocar en ese aspecto para sacar adelante primero a mi provincia, y luego a mi región. Puno tiene un gran potencial turístico y ganadero, por lo que quiero trabajar con los profesionales que harán realidad un Puno mejor y un Perú mejor”, asegura Teodoro, ante la mirada orgullosa de doña Estefanía, para quien él continúa siendo aquel pequeño hacendoso que pasteaba y ordeñaba vacas cada mañana con una sonrisa, antes de salir corriendo a la escuela.