LIMA. Cuando nos toque, será un suplicio para todos. Ojalá que los pronósticos del sismo para Lima y el Callao no se cumplan, porque entonces la frase que nuestra sucia política ha acuñado en los últimos tiempos, “después de esto nada puede ser peor”, volará en mil pedazos.
Y uno escribe porque cada vez que sucede algún gran terremoto, todos vuelven los ojos a lo que podría pasar en Lima, aunque sea por un segundo. Y esa ventana hay que aprovecharla. Ahí está el presidente del IGP, Hernando Tavera, bien peinado ante las cámaras cada mañana, tratando de hacer entender a la población lo que se nos puede venir pronto, aunque a veces sus declaraciones resultan muy cautas. Pero muy pronto el olvido se apodera de la realidad, y conforme mengua el sufrimiento que causó la tragedia que nos movió, todo vuelve a la normalidad (es decir, a la desidia).
Un joven de la ciudad de Alepo (Siria) lo sintetiza de esta manera: “en los 10 años de guerra no he sentido tanto miedo como lo acontecido durante y después del terremoto”. Y es que un terremoto imprime un pánico incontrolable en su propio devenir y el impacto psicológico, de ver todo destruido, tantos heridos y gemidos, de no tener nada, es indescifrable. No podemos imaginarlo, porque no lo hemos vivido (aún). Pero debemos prepararnos para hacerlo.
La población de todas las ciudades mayormente impactadas por los terremotos sucedidos en Turquía y Siria (7.8 y 7.5 grados) se aproxima a los 10 millones de habitantes. Solo la ciudad de Lima (incluyendo el Callao) tiene una población de 11 millones de habitantes. Hay que sumar todo el norte y sur chicos (digamos, desde Barranca hasta Pisco) y parte importante de la sierra central, ya que -si la fractura de la falla en Turquía y Siria fue de 150 km- la de la costa central del Perú -de acuerdo a los reportes científicos- sería de unos 300 km. Significa, entre otras cosas, que la duración del terremoto se aproximaría a un tiempo terrorífico de 3 – 4 minutos. Como solía decir el abuelo de un buen amigo: “carajo, eso sí que está jodido”. ¿Se imaginan un terremoto que dure 180 segundos? Comiencen a contar: 1, 2, 3, 4…180. Es inimaginable.
Recuerdo la imagen, que se salía de la pantalla de nuestros televisores directamente hacia nosotros, cuando en 2010 un desesperado funcionario público japonés, guarecido bajo su escritorio, vociferaba lo siguiente, en medio del devastador terremoto que sacudió su país en aquella ocasión: “esto es una locura, parece que acabará y comienza nuevamente, ya son más de cuatro minutos”.
Una vez me dijo un sismólogo peruano, comentando sobre la eventualidad de un 8.8 en Lima, lo siguiente: “ya, uno llega a salir a la calle, se pone en su zona de seguridad, y luego, qué hará, cuando vea que su hogar se destruyó y que no existe más, en medio de mucha gente que estará entre trastornada y desesperada, cuando no herida. Qué hará, qué dice el simulacro”.
No habrá mucho descanso, ni al espíritu, ni al sistema nervioso, ni a nada. Porque para mayor drama, los científicos están estimando un tsunami de proporciones, ya que el pronosticado terremoto para Lima tiene una alta probabilidad de traer consigo un tsunami, debido a que su epicentro se ha proyectado a unos 40-60 kilómetros mar adentro, frente a nuestra capital. Si es así, tsunami garantizado. La Punta se inundaría, dramáticamente, 15 minutos después de culminado el sismo, y parte importante del litoral limeño quedaría expuesto a un mar embravecido.
La Costa Verde es la gran incógnita, ¿resistirán las edificaciones que se han acercado demasiado al borde del acantilado? Nadie quiere afirmar nada porque tendrán que soportar, primero, un terremoto que no se ha sentido en Lima desde hace más de 270 años, y luego, un tsunami con olas que podrían superar los 20 metros de altura, de acuerdo a algunos sismólogos, entre ellos el icónico y ya fallecido científico Julio Kuroiwa.
Y la verdad es que las réplicas de un 8.8 (o algo que se le parezca) serán como una reiterada sobredosis de pánico, y por la magnitud del sismo original, sobrevendrán severas y terminarán de destruir muchas de las estructuras que quedaron dañadas.
En fin, no vamos abundar más, podríamos seguir con un cortejo de cifras proyectadas por el IGP e INDECI (como 110 mil muertes y 2 millones de heridos) que, a decir de los expertos, están subvaluadas, y en mucho.
Vamos a cerrar con una afirmación extraída de un reporte del Centro de Estudios y Prevención de Desastres-PREDES, cuando refiriéndose a este terremoto que espera Lima, decía a la letra: “Un terremoto en Lima (como el pronosticado) sería una catástrofe nacional, tanto por los daños directos que se producirían, como por la enorme dificultad que tendría el resto del país para seguir funcionando”.
Que tengan un buen fin de semana y que el terremoto no los agarre desprevenidos.
*Escrito por J.J. Vega Miranda.