La destrucción de los bosques por la tala indiscriminada en el valle del Huallaga, es la principal razón por la cual los desbordes del río son cada año más destructivos para la región, opinó el biólogo Antonio Brack.
El consultor internacional denunció que esta zona es una de las más deforestadas de nuestro país, donde han desaparecido bajo la mano del hombre más de dos y medio millones de hectáreas de árboles de diversas especies. «Ahora vemos las consecuencias: cuando se presentan lluvias intensas, el agua discurre por las laderas, baja a los ríos e incrementa su caudal con tal violencia que arrasa con poblaciones, campos de cultivos y ganadería», expresó.
En cambio, si se hubiera conservado el bosque, esa misma agua hubiera sido detenida por el humus, y absorbida por las raíces hacia el suelo. Al desforestar la selva alta se ha eliminado esa ‘esponja’ natural, lamentó el experto.
Brack explicó que el bosque y el agua están íntimamente vinculados en el ecosistema. Y por eso, mientras más bosques destruya el hombre, más desastres sufrirá. La cuenca del río Mayo, en Nueva Cajamarca, está casi seca. Los campesinos ya sufren por la falta de agua y tienen grandes pérdidas al no poder regar sus arrozales. Un fenómeno común en nuestra selva alta.
Por otro lado, los árboles también evitan la caída de los huaycos. En las laderas empinadas sus raíces absorben el agua y disminuyen los deslizamientos de tierras. Cuando una ladera se queda sin árboles, la lluvia se la trae abajo.
Sin embargo, los bosques pueden renacer y generar riqueza. En Oxapampa y Villa Rica, a la sombra de los pacaes se producen 70 quintales por hectárea al año de café orgánico de grano seco para la exportación. Esta sola actividad genera ingresos de 7 mil dólares por hectárea, mucho más de lo que genera el cultivo ilegal de la hoja de coca para el narcotráfico.