Tenis de mesa asháninka en el Vraem
La mirada de Anyela Campos es desconfiada. Tiene 16 años. Sentada en una banquita de su colegio de la comunidad nativa Gloriabamba (Satipo, Junín), ella sonríe cuando empieza a cantar versos tan asháninkas como la sangre que lleva; sus amigas se sientan a su lado, vuelven a reír y terminan la canción: