No, no todos somos culpables

Todos estamos conmocionados por las imágenes de don Dionisio Vilca llamando a su hijo en la espesura de la selva alta del VRAE, entrando con dos guías machiguengas a buscarlo. Todos estamos conmocionados por las imágenes que no hemos visto sino apenas imaginado con reservas: el padre encontrando el cadáver, torturado, perdido, como decía él mismo en una entrevista “ahí tirado”, de su hijo de 20 años: un suboficial de la Policía Nacional que fue abandonado por el helicóptero piloteado por un capitán que, a pesar de la presión de sus compañeros, no quiso regresar.