El silencio en los bosques de Panguana tiene el suave sonido del río, el intenso canto de monos, loros y papagayos, el rumor de la lluvia que cae y desaparece entre la copa de los viejos árboles. En este paraíso ubicado en la provincia de Puerto Inca, a tres horas por carretera desde Pucallpa, más una hora en bote desde el distrito de Yuyapichis, el silencio es la ausencia de ciudad. No hay voces ni motores. Nadie grita. El área de conservación privada Panguana guarda el silencio de un bosque virgen. La protectora de este paraíso es Juliane Koepcke, la única sobreviviente del trágico accidente aéreo de Lansa de fines de 1971. “La selva me salvó la vida, ahora yo quiero salvarla a ella”, dice.