Esta semana El Comercio volvió a Kepashiato, en la selva del Cusco, esa zona donde hace cuatro meses un grupo narcoterrorista secuestró a 36 trabajadores de Camisea (ver páginas centrales). El Ejército y la Policía, que han sido enviados a la zona, duermen en las escuelas y colegios –que son el nuevo blanco de los narcoterroristas– y su rancho no llega todos los días. Comparten un solo baño y un solo caño entre todos. Cortan su propia leña para cocinarse, no tienen saldo en los celulares y no tienen camionetas ni autos ni motos para movilizarse. Ni siquiera tienen camas, duermen en el suelo en colchonetas y algunos están enfermos de tifoidea.