Las leyes no han detenido la ilegalidad en Madre de Dios
Si después de la lluvia el bosque exuda ese olor de la hierba aplastada sobre la tierra, en una zona de explotación minera de la selva, después de la lluvia solo queda el fango sin olor, rodeado de los cadáveres en pie de cientos de árboles sin vegetación. La escena es la misma en todos los campamentos mineros. Y este, ubicado a la altura del kilómetro 106 de la Carretera Interoceánica, a hora y media de Puerto Maldonado, no es la excepción. Se trata de una de las últimas invasiones mineras en la zona de amortiguamiento de la reserva Tambopata. Las motos que nos han traído hasta aquí no tienen placas. La ley parece un lejano asunto de papel.