Corvinilla Alta es uno de esos caseríos alejados y silenciosos donde la vida ha transcurrido siempre en torno a la siembra de hoja de coca, como tantos otros en el valle del Monzón, en la ceja de selva de Huánuco. Meses atrás, su agente municipal, Javier Martell, se animó a llamar a la comisaría de Palo de Acero, a cuya jurisdicción pertenece, para invitar a los policías a una ceremonia en este pequeño pueblito. Contestó el teléfono el mayor PNP Wilber Portella, quien confirmó su presencia. El día de la ceremonia, después del izamiento oficial y el himno, Martell comentó que la última vez que había visto una bandera peruana colgada en su caserío él tenía 8 años. Ahora tiene 40.