Nuestro grupo quiere promover un debate que dé luces para resolver el principal problema de la población. Por ello en nuestro primer pronuciamiento, se plantearon algunas cuestiones básicas a ser, por lo menos, abordadas por el presidente Humala en su mensaje al Congreso de la República y a todo el país, con ocasión del aniversario patrio.
En los austeros seis minutos que dedicó a la seguridad ciudadana anunció, entre otros aspectos, que al culminar el ano, el efectivo de la Policía Nacional se incrementaría en treinta mil policías nuevos, egresados de las veintisiete escuelas de suboficiales desplegadas a lo largo del territorio nacional.
Al margen de lo confuso del anuncio, de si se trataba de treinta mil policías más o se refería a policías nuevos, o si la cantidad anunciada se compadece con la realidad, expreso preocupación porque pareciera que la referencia está hecha en relación a metas cuantitativas de policías, relevando a posiciones subordinadas por no haber sido mencionado, la calidad de estos nuevos policías.
Diera la impresión que se tratara de una “fabrica” de suboficiales a ritmo acelerado en las escuelas con fines únicamente de satisfacer o cumplir una promesa inicial, de lo que no estamos seguros es si los treinta mil nuevos policías (de ser el número real), habrán logrado a través de su formación policial modificar la conducta de ingreso y alcanzado el perfil diseñado para ejercer función policial como suboficial de tercera.
Nuestras dudas y preocupaciones, se refieren básicamente a la incapacidad de la Policía para sostener uniformemente una formación de calidad en la diáspora de escuelas instaladas en las diferentes regiones del país y que la delicada formación que requiere el agente policial que se encargará de mantener la indemnidad de las personas en su vida, bienes y ejercicio de libertades y derechos, difícilmente se logrará a pasos forzados y con infraestructuras educativas sumamente débiles.
El pensum que corresponde a la formación de suboficiales, en la mayoría de escuelas, es desarrollado por los oficiales que laboran en la jurisdicción donde se ubica la escuela, ergo, en la mayoría de casos se trata de policías que no necesariamente están habilitados para el ejercicio docente y que compensan su falta de capacidad para formar nuevos policías, con la incidencia en formación militar, propia para el entrenamiento de soldados, pero no para policías que deben actuar en cumplimiento de una función de naturaleza civil y al servicio del ciudadano.
Son comunes las ausencias de los instructores designados en las aulas, al tener que privilegiar el cumplimiento de la función policial a la cual están asignados, optando por delegar en policías bajo su mando para que los reemplacen, leyendo los reglamentos a los alumnos, sin mayor dimensión crítica de la enseñanza.
La trascendencia de esta formación improvisada, es que artificiosamente se hace creer a la ciudadanía que la mayor presencia de policías logrará reducir la incidencia criminal y devolverá niveles apropiados de seguridad.
Ello obviamente no viene sucediendo, y si el presente año se completarán los anunciados treinta mil, obviamente han venido egresando desde el 2011 y que estamos en el tramo final, por tanto deben haber en servicio más de la mitad de la cantidad anunciada, sin que esta mayor presencia de policías haya logrado revertir la inseguridad que se ha convertido en el principal problema reconocido por la población.
La formación de nuevos policías debe acreditarse y comprobar si alcanzaron el perfil, antes de salir a ejercer una función tan delicada como la que le toca cumplir a la policía y los que ya están en el servicio, comprobar a través de las entidades educativas de la sociedad civil (universidades), si están realmente calificados para seguir cumpliendo la función o requieren de una complementación formativa.
Como un acercamiento a lo que se viene sosteniendo, y basados en estadísticas oficiales, en el caso de una escuela en el norte del país, de la cual han egresado desde el 2011 a la fecha más de trescientos nuevos policías, en el mismo período la violencia se ha duplicado año a año, especialmente en los asesinatos por sicariato, robo agravado y asaltos a personas.
Consultados algunos de los nuevos policías sobre su formación, acusan serias deficiencias y confiesan que en todo su período de formación no han disparado más de cinco cartuchos en el mejor de los casos.
Es a estos suboficiales a los que se asignan y/o venden armas de fuego para cumplir su función, sin estar habilitados técnicamente en el manejo de armas ni en la determinación del momento y condiciones de su empleo, habiéndose producido graves incidentes por impericia en el uso de armas.
No se debe perder de perspectiva, que estas coyunturales medidas de incremento apresurado de número de policías, están provocando que estos mal formados policías, no sólo se conviertan en un riesgo de seguridad, ellos permanecerán en la institución treinta años, por tanto lo coyuntural se va convirtiendo en estructural.
La reorganización o refundación de la policía debe entrar a cuestionar el actual agotado modelo de policía militarizada, para dar paso a una institución que responda a las características ciudadanas de la función que le toca cumplir a la policía, entendiendo finalmente que es la policía una institución que promueve la convivencia pacífica y sin puntos comunes con la tarea que corresponde a las fuerzas armadas, que no es otra que la de mantener incólume el territorio nacional, frente a intereses y fuerzas externas.