Fabián Ruíz y Katy Pisagua son grandes amigos. Hoy son parte del proyecto de comunicación comunitaria, impulsado por Devida y Usaid, en la comunidad nativa de Unión Yanesha, ubicada en la espesura del bosque, no muy lejos de Constitución, región Pasco.
Sin embargo, su historia tiene un lado muy triste: hace 20 años los subversivos se llevaron a la esposa de Fabián y a su pequeño hijo. Desde entonces todos los buscan, sin suerte. Fabián es ashaninka, el único en la comunidad Yanesha que hoy lo alberga. Ambos son promotores de comunicación comunitaria, pero su relación es más profunda, cimentada de dolor, solidaridad y esperanza.
Ella, una simpática y aguda yanesha, que además es esposa del jefe de la comunidad nativa, manifiesta que “antes los yaneshas con los asháninkas no nos llevábamos, porque ellos son más guerreros, en cambio los yaneshas somos pacíficos. Poco a poco nos hemos ido juntando, por eso está Fabián con nosotros”. Ambos ríen plenamente. Fabián necesitaba sentirse en casa y Katy, juntó a todo el caserío Unión Yanesha, lo hizo posible.
Fabián valora la utilidad de las radio bocinas: “Si a alguien le pica una víbora de noche podemos convocar a la población y encontrar medicinas, o si vienen autoridades podemos tratar los temas rápido. Antes andábamos correteando casa por casa”. La cabina en este caserío se llama La Casa del Chihuaco.
El chihuaco es un ave que suele acompañar a los animales de monte, y cuando advierte algún peligro sobre ellos, los alerta con su sonoro trino y pueden huir a tiempo. “Entonces el chihuaco da mensajes muy importantes, por eso me parece que está bien el nombre”, dice Katy.
Fabián vive en la casa de Katy, es parte de su acogedora familia y lo seguirá siendo. “Así somos nosotros de unidos ahora”, comenta Katy, y ambos sonríen guarecidos bajo la sombra que brinda La Casa del Chihuaco.