El Perú está ubicado en el Cinturón de Fuego del Pacífico, por ende, la costa peruana es una de las zonas con más riesgo en nuestro país; sin embargo, no se debe restar importancia a la zona andina. Pues en este lugar también ocurren sismos con magnitudes importantes, tales como el sismo del 21 de mayo de 1950 que devastó la ciudad de Cusco.
Por ello, es de gran importancia mencionar que a lo largo de los Andes peruanos tenemos fallas tectónicas que evidencian la continua deformación de la Cordillera como resultado del proceso de convergencia de la placa de Nazca bajo la Sudamericana. Entonces, en el interior del continente la ocurrencia de sismos está asociado a la presencia de fallas tectónicas, tanto locales como regionales.
En la región Cusco existen diferentes sistemas de fallas como los de Zurite-Cusco-Urcos-Sicuani, Casacunca-Acomayo-Langui-layo, Chinchaipujio-Paruro-Acomayo, zona de espinar, zona Ocongate, Choquecancha, río Vilcanota, entre otras. La continua ocurrencia de sismos con origen en estas fallas nos permite considerar a la región Cusco como dinámicamente muy activa. De estas fallas, las de Tambomachay y Qoricocha son las más cercanas a las áreas urbanas densamente pobladas y viviendas autoconstruidas, situación que incrementa el riesgo ante la ocurrencia de un nuevo sismo.
Históricamente, los sismos de mayor magnitud ocurridos en la región Cusco son los de 1659 con una magnitud estimada de M7.2 y el de 1950 con magnitud M6.0. Aunque se desconoce la ubicación exacta de sus epicentros, sin embargo, es por el nivel de daño producido en las áreas urbanas cercanas que habrían tenido su origen en la reactivación de la falla Tambomachay.
En ese sentido, es de gran importancia realizar estudios en la región Cusco para comprender la génesis y desarrollo de los patrones de deformación asociado a todos estos sistemas de fallas. Para ello, el Instituto Geofísico del Perú (IGP) ha instalado una red sísmica local que actualmente viene recopilando datos como parte del proyecto “Sismotectónica de la Región Cusco”. De este modo, las investigaciones desarrolladas por el IGP contribuyen a la gestión del riesgo de desastres y en ese camino seguimos haciendo “Ciencia para protegernos, Ciencia para avanzar”.