Una involuntaria pero importante dosis de ironía ha acompañado a la noticia: Sendero podría ser denunciado por utilizar niños.
En efecto, por citar dos casos representativos, el ministro del Interior, Daniel Lozada, ha considerado “necesario” denunciar a los terroristas ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y un ex vicecanciller ha declarado que la denuncia se podría hacer contra el grupo terrorista y ante la Corte Penal Internacional para así lograr que, “como se ordenó la captura internacional de Gadafi, se ordene la captura de ‘Gabriel’ y compañía”.
Considerando que parecemos haber encontrado en esto una ingeniosa manera para combatir el terrorismo, intentemos hacerle algunos aportes para volverla más potente. Por ejemplo, se están olvidando de denunciarlos por tenencia ilegal de armas. Y por no pagar sus impuestos cuando compraron estas armas. O por invadir propiedades privadas, puesto que por más de un fundo pasan en sus correrías en la selva. O, ya que estamos en estas, ¿por qué no citarlos a juicio por haberse alzado en armas contra el Estado de derecho, la democracia y la Constitución?
¿En qué están pensando los representantes del Estado y los comentaristas que repiten estas ideas sin abochornarse? ¿En que como no los podemos “acordonar” físicamente al menos los “acordonaremos” legalmente? Y, por cierto, ¿cuál es la idea con lo de la orden de captura internacional? ¿Que los Quispe Palomino no puedan escaparse del Perú? ¡Si ni están intentándolo ni necesitan hacerlo! El Estado Peruano no puede encontrarlos dentro del Perú. ¿O es que estamos contando con que se vayan de vacaciones para que los detenga la Interpol?
No es que a nuestras autoridades les falten temas reales que abordar respecto del narcoterrorismo, como para que se puedan dar el lujo de perder el tiempo con el juguete de las demandas.
Por ejemplo. La estrategia. Todavía no queda claro cuál es la que hasta ahora hemos seguido. Puede que tenga que ser secreta por motivos de seguridad, pero, cualquiera que esta haya venido siendo, lo que no es secreto es que no ha estado funcionando.
Por ejemplo. Las tácticas operativas. La última operación contra los terroristas ha dejado cuatro muertos, dos desaparecidos, diez heridos (incluyendo varios mutilados) y ninguna baja terrorista. Y en una nueva tragedia, ayer se les han sumado dos policías y un militar asesinados.
Por ejemplo. Los problemas organizativos, logísticos y presupuestales de nuestras Fuerzas Armadas (FF.AA.). ¿Cómo hacer para que sus armas no sean fusiles de tres décadas de antigüedad y sus heridos evacuados tengan cómo atenderse sin depender de los equipos médicos de empresas de la zona? ¿Cómo hacer para que tengan radios, equipos de rastreo satelital, visores nocturnos o blindajes para sus helicópteros? ¿Cómo hacer para que no se repitan cosas como el oscuro episodio del aparente abandono de dos efectivos por un helicóptero?
Por ejemplo. La inteligencia. No pudimos prever el secuestro ni enterarnos de que los terroristas casi no se movieron de la zona donde liberaron a los secuestrados y destruyeron un helicóptero de las FF.AA. mientras 1.500 efectivos, se suponía, los estaban “persiguiendo”. ¿Tenemos cómo saber cuál será su próximo golpe?
Por ejemplo. Los problemas internos de las FF.AA. ¿Son ciertas las denuncias de corrupción? ¿Existen, como ha sido denunciado, negocios de algunos mandos con los narcos?
Por ejemplo. El negocio del narcotráfico en la zona. Si tenemos tan mala inteligencia sobre los terroristas es porque las comunidades los apoyan, y si las comunidades los apoyan es en gran parte porque protegen el negocio de la coca. ¿Está funcionando la incautación de insumos, la erradicación, la sustitución y las medidas contra el lavado? ¿En qué medidas?
Estas son las cuestiones de las que la ciudadanía quiere escuchar. En otras palabras, de cómo los atraparemos. No de cómo les enviaremos una carta notarial que, como están las cosas, tendría que dirigirse a los señores Quispe Palomino, “donde quiera que ahora estén”.