El cóndor andino (Vultur gryphus) pudo haber sido nombrado “ave nacional” por lo que representa en nuestro colectivo cultural y por su conexión lógica con los Andes, sin embargo, no lo es.
Nuestra ave nacional es el gallito de las rocas (Rupicola peruviana), pese a que es un ave común y que se le encuentra en Colombia, Ecuador, Perú, Brasil y Bolivia. Sin lugar a dudas, existen otras aves que deberían llevar ese distintivo. Eso traería una discusión muy amplia en el país, especialmente en el todavía en pañales (o gateando) mundo pajarero y ornitológico peruano.
Empero, debemos tener en cuenta que el cóndor andino también habita en todos los países andinos (como su nombre lo indica), por lo que no es un candidato para representarnos como ave nacional. No obstante, todo esto debería pasar a un segundo plano, debido a que, antes de pensar en el cóndor como candidato, debemos saber que es una especie altamente amenazada y que sus poblaciones en el Perú están disminuyendo. Y lo peor de todo es que, a la fecha, no hemos hecho casi nada tangible destinado a sentar las bases que nos permitan contar con una estrategia clara, consensuada, de dominio público (inclusiva, si se desea) para salvar a la especie alada de mayor envergadura en el planeta.
Sin embargo, sé que se está gestando una interesante propuesta del Ministerio del Ambiente capitaneada por la Dirección General de Diversidad Biológica (DGDB) para elaborar un Plan Nacional de Conservación del Cóndor Andino.
Para tal fin, ya hubo una reunión a mediados de abril que fue también coordinada con la Dirección General Forestal y de Fauna Silvestre (DGFFS) del Ministerio de Agricultura. Esta primera reunión fue algo —lamentablemente y hay que decirlo— reducida en cuanto a la invitación hecha a los expertos en temas ornitológicos y específicamente en lo que al cóndor andino se refiere.
No obstante y sin lugar a dudas, este primer paso debe ser aplaudido. Sin embargo, el plan que se pretende construir será mucho más efectivo si se incluye a otros especialistas y no se limita a tener la participación de unos cuantos. Y de paso, sería interesante anunciar esto en los medios de comunicación, no para obstruir este importante proceso, sino para llamar la atención de posibles cooperantes, gobiernos regionales y locales, empresas privadas (¿por qué no?) y otros actores que se comprometan a colaborar. No dejemos pasar esta oportunidad.
Así también, es de destacar que en los últimos meses, la prensa peruana ha publicado diversos artículos sobre las amenazas que se ciernen sobre esta y otras especies. Esto ha originado una cierta presión hacia las autoridades, lo cual es bueno. Debemos aprovechar la “viada” para hacer algo más por nuestra tan mentada diversidad biológica que es la base de, por ejemplo, la exitosa gastronomía peruana y de pujantes actividades económicas como la observación de aves, el turismo en las áreas naturales protegidas, entre otras.
LABERINTOS ESTATALES
A todo esto, ¿Qué organismo vela en el Estado por nuestra flora y fauna? Esta pregunta simple tiene una respuesta algo compleja. No ahondaré mucho al respecto pero solo daré un par de pinceladas para entender un poco mejor el tema. Así, nuestra fauna y flora silvestre están en manos de la DGFFS que pertenece al Ministerio de Agricultura; nuestra diversidad biológica está representada en el Ministerio del Ambiente a través de la ya mencionada DGDB; y nuestras áreas naturales protegidas (que protegen también nuestra diversidad biológica) están a cargo del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp) que es un organismo adscrito al Ministerio del Ambiente. No sigo para no marearlos.
Ahora, ¿coordina la DGFFS con la DGBD? Que yo sepa, no. Se argumenta que la primera sí tiene competencia sobre los recursos naturales y la otra no. ¿Coordina el Sernanp con la DGFFS? Solo lo estrictamente necesario porque son dos “jurisdicciones” distintas, es decir, el Sernanp dentro de las áreas naturales protegidas y la DGFFS fuera de ellas, pese a que son “vecinos” y que para la flora y fauna no hay límites jurisdiccionales.
Pese a todo este laberinto, los ciudadanos de a pie debemos apoyar al Estado para contribuir en su misión de garantizar la protección de nuestros recursos naturales. Es imprescindible reunir a los especialistas, informar a la mayor cantidad de personas y pasar a la acción desde la tribuna respectiva. Además, debemos tener en cuenta que, cuando hablamos de diversidad biológica, el término mismo encierra tres dimensiones: la diversidad de especies, la diversidad de ecosistemas y la diversidad genética. Algunos afirman incluso que la diversidad cultural podría estar inmersa en esa definición, pero esa es otra historia.
Es por eso que la conservación, el uso responsable, la generación del conocimiento, la promoción y todo lo que corresponde a nuestra diversidad biológica, debería estar a cargo de un solo ente y ese es, en mi opinión, el Ministerio del Ambiente con sus diferentes direcciones y órganos adscritos. Además, debe incorporar a la Autoridad Nacional del Agua (ANA) para cerrar el círculo. Por ende, esta iniciativa para conservar al cóndor andino debe estar liderada por el Estado pero incluyendo a todos los que en este tema tienen algo que decir. En todo caso, debe quedar en actas que se les invitó.
DE CÓNDORES Y DEMONIOS
Uno de los argumentos que se utiliza para explicar el descenso de las poblaciones del cóndor andino es la llamada Yawar Fiesta que aún se practica en nuestros Andes, especialmente en los departamentos de Apurímac y Cuzco. Para ello, se captura cóndores que son puestos luego encima de un toro para representar el dominio andino sobre lo español. No incurriré en detallar esta celebración, pero sí creo necesario poner énfasis en que no se puede culpar únicamente a este rito como la amenaza más severa a estas aves y menos se le puede culpar a la novela de José María Arguedas de esta situación.
Sin lugar a dudas, esta celebración genera impactos en las poblaciones de cóndores de la sierra sur ya que, si bien se libera a los cóndores tras este ritual, muchos de repente no sobreviven y otros mueren en el camino. Acá se evidencia otro de los principales problemas en la conservación de nuestra diversidad biológica: la falta de información y de investigación científica. No se sabe realmente cuántos cóndores mueren en el Yawar Fiesta, ni cuántos cóndores existen realmente en el Perú (y dónde están). Por eso, urge hacer estudios serios y no dejarnos llevar por posturas parcializadas ni por campañas mediáticas tremendistas sin sustento técnico.
Más peligroso para los cóndores es el envenenamiento directo o indirecto (ya que comen otros animales envenenados) que sufren por los pobladores andinos para que no ataquen su ganado, la pérdida de lugares donde anidar y la caza ilegal para venderlos como artesanía o para utilizar algunas de sus partes en la medicina tradicional.
Y por cierto, tal vez se pueda utilizar el Yawar Fiesta de manera inversa para concientizar a la mayor cantidad de personas sobre el cóndor andino y su importancia de conservarlo y de paso desmitificar el hecho de que son una amenaza sobredimensionada para el ganado. Es hora también de proponer acciones novedosas para combatir esta situación.
Finalmente, recomiendo que en las futuras reuniones de coordinación en torno al cóndor andino (y a otras especies) inviten y acojan a algunos periodistas para incorporar desde el arranque (y no al final como suele suceder en casi todos los proyectos de conservación) el tema de comunicaciones. No hago lobby a mi campo de trabajo, pero creo que sí es necesario contar con una buena herramienta de comunicaciones que se geste desde el principio y que acompañe a todo el proceso para hacerlo más efectivo.
Evitemos pues que la conservación de esta y de otras especies se haga exclusivamente a través de las redes sociales o que sea dirigida por unos cuantos. El Estado es el indicado para liderar todo lo anterior y todos debemos apoyarlo.
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