Si hay algún reconocimiento que Ruth Buendía quisiera recibir en estos días, ese tendría que venir desde la población masculina del Río Ene, una localidad ubicada en el distrito de Río Tambo, Junín.
A la líder asháninka, reciente ganadora del premio Bartolomé de las Casas por su trabajo en favor de los derechos indígenas y que, a inicios de año, también recibiera el premio de la Fundación Ambiental Goldman, le preocupa que las comunidades de esta zona del valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem) no permanezcan unidas simplemente por su condición de mujer.
“Es difícil a veces. Como mujer, hay muchas ocasiones en que los varones tratan de decidir sin tener en cuenta tus opiniones. A mí me da lástima, porque deberíamos trabajar conjuntamente por las necesidades comunes que tenemos”, señala.
Sabe, sin embargo, que la situación puede ser diferente en algunos años. Su vida ha estado llena de cambios constantes e inesperados, sobre todo desde que entró a la Central Asháninka del Río Ene (CARE) en 2003. El primer cambio fue quizá el que mejor le sentó.
“Cuando yo tenía cerca de 27 años, entré a la organización siendo todavía soltera. Ahora tengo cinco hijos que han cambiado mi vida”, dice y se despierta en ella una sonrisa de orgullo. “Cada vez más tengo esa responsabilidad de ser madre”, añade.
Pero también la institución ha cambiado mucho. La CARE que dio la bienvenida a Ruth no contaba con equipos, ni proyectos que llegaran a buen puerto y no tenía la visibilidad que ahora tiene. Actualmente, la organización es cada vez más conocida y los premios que ha recibido Ruth han permitido esto en cierta medida. Ambos galardones son beneficiosos para la Central, sí, pero también han ubicado a esta líder como modelo de mujer indígena.
“Este premio (Bartolomé de las Casas) nos va a visibilizar cada vez más como CARE, pero también a mí como la Señora Ruth. Ahora las opiniones que dé la señora Ruth sobre medio ambiente van a pesar. Tengo que aprovechar los premios para tener más atención del Estado y conseguir los servicios básicos para las comunidades. Eso es lo que debería aprovechar la Señora Ruth”, dice.
Con esta convicción, Ruth y la CARE, una organización indígena que representa a 17 comunidades, buscarán un mejor diálogo con el Estado, que muchas veces ha puesto trabas burocráticas para los proyectos en la zona.
Además, llamarán la atención sobre la centralización del presupuesto, especialmente en la ciudad Huancayo, y el fortalecimiento de las instituciones educativas, pues no parece haber un verdadero avance. “El Plan Vraem, por ejemplo, se está enfocando más en el Ejército que en la educación y en la salud”, reclama.
La líder no ve otro camino para lograr esos objetivos que el trabajo. “Con la experiencia y la violencia social que he vivido, nunca tuve la atención de alguien que me pueda ayudar. Eso me ha marcado bastante y sé que solamente queda trabajar. La vida es dura, pero hay que ayudar a los más necesitados y servirlos a ellos, no servirnos de ellos”, dice. “Si es que haces el bien te bendice la naturaleza”, sentencia.
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