Correo Huánuco Desde el martes pasado el Senamhi, anunció la prolongada tormenta que azotó nuestra ciudad y que ha afectado a los pobladores principalmente instalados en zonas de riesgo.
El fin de semana nuestras autoridades estuvieron muy ocupadas en mitigar el desastre. La construcción de la defensa ribereña en Playa Tingo impidió una inundación de imprevisibles consecuencias. Prevenir parece ser la lección que todos debemos aprender. Sin embargo, no sólo se trata de prevenir un daño derivado de las lluvias, que naturalmente deben ocurrir en esta parte del país.
Vivimos en la Amazonía, las lluvias no deben sorprendernos. Y aunque no lo parezca, las precipitaciones caídas no fueron muy intensas, pero el caudal del río Huallaga fue sorprendentemente elevado. Ocurre que en las microcuencas la deforestación ha impactado la capacidad del bosque para regular los flujos de agua.
La intervención humana es la principal causa de la deforestación del bosque.
Sea por tala ilegal o por siembra indiscriminada de coca y el consecuente impacto ecológico derivado del uso intensivo de agroquímicos en este ilegal cultivo, los millones de hectáreas deforestadas en la Amazonía nos están pasando la factura.
La naturaleza tiende a recuperar su espacio. Si el hombre no respeta la ecología y destruye los bosques, el medio ambiente pierde la capacidad para regular el clima. Ahora mismo observamos inusuales lluvias no sólo en Huánuco, el fenómeno atmosférico afecta a varias regiones en el país.
El sábado también llovió intensamente en Piura y en Trujillo -donde rara vez llovizna- aunque en estos dos casos se trata del efecto derivado de la presencia de agua cálida en el litoral. Hablamos del fenómeno El Niño, que no se relaciona ni remotamente con el clima amazónico.
La mañana del sábado, algunas voces curiosas afirmaban convencidas de que «no estamos preparados para las lluvias». Lamentable realidad. No estamos preparados para afrontar estas emergencias, Tingo María está asentada en la selva, pero no estamos preparados. La razón es sencilla: no respetamos la naturaleza.
Respetar la naturaleza implica evitar la tala ilegal, recuperar los bosques deforestados, comprender de una vez por todas que la coca, que arrastra miles de hectáreas anuales, es un cultivo invasivo, además de ilegal, que acidifica el terreno y lo vuelve estéril, yermo, de tal forma que cuando se producen las lluvias, el agua arrastra el suelo, elevando peligrosamente el caudal de los ríos.
Si a esto añadimos que los bosques deforestados carecen de capacidad para regular el agua que cae en forma de lluvia, quizá podamos entender por qué el caudal del Huallaga se elevó considerablemente en un par de horas.
Un árbol puede retener varios litros de agua. Imagínense cuántos árboles han sido talados, cuántos árboles se han perdido en el bosque, entonces quizás podamos comprender por qué las víctimas de la deforestación son aquellos pobladores que construyen sus casas en zonas bajas. La naturaleza va a reclamar su lugar. El agua busca su cauce, al hombre sólo le queda aprender la lección y respetar la naturaleza.