Muchos hablan de la Amazonia, pero pocos actúan para contrarrestar su destrucción. Fundada en el 2014, la Red Eclesial Panamazónica (REPAM) está operando en los nueve países amazónicos y tratando de concientizar al resto del mundo sobre el problema que enfrenta esta región sudamericana.
Paolo Moiola, colaborador de Noticias Aliadas, conversó con Mauricio López Oropeza, secretario ejecutivo de la REPAM, en la localidad colombiana de Puerto Leguízamo, a orillas del río Putumayo. De origen mexicano, López Oropeza llegó a Ecuador hace 10 años para completar sus estudios y allí contrajo matrimonio. Además de REPAM, trabaja con Caritas Ecuador.
-¿Cómo describiría la Amazonia en pocas palabras?
Desde que entré en este territorio, me robó el corazón. La Amazonia no es sólo un territorio. Es un bioma único. Un sistema vivo en el que los ríos representan la sangre y las venas. Un sistema diverso y complejo del que hasta ahora conocemos muy poco. Los pueblos originales que viven allí representan un modelo distinto del occidental.
-En los últimos 50 años, la forma de mirar la Amazonia ha cambiado.
Es verdad. Antes la Amazonia era el patio trasero del planeta. Era vista como una tierra prácticamente deshabitada que había que dominar, controlar, colonizar. Sus poblaciones se consideraban compuestas por indios salvajes a los que había que civilizar. Hoy la Amazonia se ha transformado en plaza central a la cual todos afluyen debido a los enormes intereses que se han desencadenado sobre ella.
-¿Cuáles son las principales amenazas que pesan sobre la Amazonia?
La primera amenaza es el modelo de desarrollo que se sigue. Es el modelo neoliberal que tiene en el extractivismo su manifestación más devastadora. Siendo rica en petróleo y recursos minerales, la Amazonia es golpeada por la “maldición de la abundancia”. Esto produce una enorme presión para extraerlos. De este modo es como quemar archivos naturales: no sabemos cuánta riqueza genética podría perderse.
La segunda amenaza es la expansión de la frontera agrícola —con la soja en la primera fila— y de la cría de ganado en un territorio no apto para estas actividades. La capacidad orgánica de la Amazonia es mucho más baja que en otros territorios. Sin embargo, al ser considerada un espacio disponible, a pesar de los territorios indígenas que hay en ella, la deforestación es incesante [Brasil está lejos de alcanzar la meta de reducir la deforestación de la Amazonía a un área inferior a 4,000 km² al año a partir de 2020] y esto está poniendo en riesgo todo el sistema, empezando por el ciclo del agua.
-¿Destruir el medio ambiente amazónico significa destruir a quienes lo habitan?
La tercera amenaza es, de hecho, la supervivencia de los pueblos amazónicos. Los más amenazados son los que viven en aislamiento voluntario (pueblos no contactados). Habría 140 en el mundo, 130 de ellos en la Panamazonia y 110 a 120 sólo en la Amazonia de Brasil. Es un desafío enorme. ¿Cómo salvar a estas hermanas y hermanos que viven de modo completamente distinto al occidental? Los pueblos indígenas tienen todo el derecho de ingresar, si así lo desean, en las dinámicas de nuestro mundo, pero deben también tener la posibilidad de preservar su propio territorio y su propia cultura.
En esto han fallado los gobiernos, de derecha y de izquierda, que han ido contra sus propias constituciones y acuerdos internacionales suscritos.
-¿Cuál es la situación actual en los países amazónicos?
En los nueve países tenemos situaciones problemáticas. Brasil —tanto con [el actual presidente Michel] Temer como con [la expresidenta] Dilma Rousseff— ciertamente ha retrocedido en comparación con el pasado. Por ejemplo, respecto a la demarcación de las tierras indígenas. El modelo neoliberal y acaparador está dominando las decisiones políticas brasileñas. En Bolivia, donde se hablaba de los derechos de la Madre Tierra, se ha dado marcha atrás como en el caso del Tipnis [Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Secure]. Aquí se ha eliminado la intangibilidad y una carretera cortará la reserva en dos. Parece que fuera para favorecer los intereses de los productores de coca, con quienes el gobierno tiene una relación muy directa. Entre otras cosas, la ruta de la carretera no favorece a las comunidades sino que sigue otro recorrido, el de la coca.
Incluso en Ecuador hemos hecho muchos buenos discursos, pero hoy, con el país dependiente del petróleo, constantemente se está hablando de permitir la exploración de petróleo en zonas intangibles, naturales y ancestrales. Cuando se extrajo el primer barril de petróleo del parque Yasuní, festejaron. Dicen que hay estándares sumamente altos para la seguridad, pero todos sabemos que es imposible que no haya algún impacto ambiental.
En el Perú hay continuas fugas de petróleo en los territorios de las comunidades indígenas. Los pueblos awajún y wampis han sido criminalizados por solicitar la consulta previa, aunque es un derecho reconocido como constitucional. Y además está la terrible situación de Madre de Dios [por la minería ilegal].
En Colombia, como en Perú y Brasil, hay mucha minería ilegal que usa metales pesados que contaminan los ríos. Ya hay casos de poblaciones indígenas enfermas a causa de peces contaminados con mercurio. La condición posterior al conflicto también ha determinado nuevas dinámicas y una situación paradójica. Las reservas naturales en los territorios que estaban en manos de la guerrilla se mantuvieron intactas; ahora son exploradas y entregadas en concesión también para financiar el proceso de paz y dar alternativas a los exguerrilleros.
En Venezuela, está la cuestión relacionada con el llamado arco minero del río Orinoco [en los estados de Bolívar, Amazonas y Delta Amacuro]. Aquí está el proyecto de extracción de minerales más grande del país, justo en un lugar de alta biodiversidad y presencia indígena. El impacto será muy grave, como lo demuestran varias investigaciones. Finalmente, incluso en los países amazónicos más pequeños, Guyana, Surinam y Guayana Francesa, hay graves problemas debido a las minas. En resumen, el modelo extractivista se está profundizando prácticamente en todas partes.
-Los gobiernos de los países amazónicos sostienen que no hay alternativa al extractivismo.
Pero ni siquiera intentan encontrar formas alternativas. Este modelo ha generado una gran deuda con las poblaciones originarias, y sobre todo el costo de la destrucción de la Amazonia es mucho mayor que los beneficios y pone en riesgo el futuro de las próximas generaciones.
-¿Qué es la REPAM?
La REPAM es un esfuerzo de articulación de las distintas instancias de la Iglesia Católica en el gran territorio amazónico. Aunque fue fundada hace sólo cuatro años, es el resultado de décadas, por no decir siglos, de presencia en el territorio. Una presencia que ha tenido matrices positivas pero también negativas. Como dice el papa Francisco, debemos comenzar pidiendo perdón por los errores históricos, los pecados y los crímenes cometidos en el proceso de colonización. Pero hoy también hay una Iglesia profética con hombres que han dado la propia vida por la Amazonia. Aprovechando su extensa presencia en todo el territorio, la REPAM se ha puesto al servicio de la realidad amazónica y sus problemas.
Con la Asociación Radialistas Apasionadas y Apasionados hemos buscado hacer llegar Laudato si’, una de las encíclicas más poderosas en temas ambientales, al corazón de las personas y de las comunidades. La encíclica está escrita en un lenguaje diferente, pero también sigue teniendo una impronta teológica, científica y política. Por esta razón, hemos creado una serie radiofónica de 20 episodios en la que san Francisco de Asís regresa a la Tierra y descubre los desastres producidos por los seres humanos. Aprovechando su capacidad para hablar con todos, lo hacemos dialogar con el hermano petróleo, con la hermana soja transgénica, con el hermano maíz, etc., recorriendo toda América Latina para hacer entender el impacto del cambio climático y la gravedad de la situación.
-¿Cómo han acogido ustedes el anuncio del Sínodo Panamazónico de octubre del 2019?
Como una gran oportunidad. Nuestro lema es “amazonizar el mundo”. Significa hacer que todo el mundo tome conciencia de la importancia vital de este territorio único, hermoso, frágil y profundamente amenazado.
Fuente:
Paolo Moiola / Noticias Aliadas