¿Qué está pasando en el Monzón?

El precio de la coca ilegal, la que termina en los laboratorios de cocaína, cuesta sesenta dólares la arroba en el Monzón. Esto es un indicador muy peligroso que debería llamar la atención y preocupar a las instituciones responsables de luchar contra las drogas: llámese Policía Nacional, DEVIDA, el Ministerio Público, entre otros.


 


Pocas veces, en los treinta años de la historia negra del tráfico de drogas en el Perú, el precio de la coca llegó a ese récord. Definitivamente, algo malo está pasando en el Monzón.


 


Veamos qué significa este precio en términos económicos. Según el último monitoreo de los cultivos ilegales de las Naciones Unidas, en el Monzón existen 11,638 hectáreas de coca, que con un factor de productividad media se cosechan anualmente 2,200Kg por hectárea.


 


Significa que sólo con la venta de coca los campesinos del Monzón reciben la cantidad de 133 millones de dólares anuales. Ahora, si deciden darle el valor agregado y la convierten en pasta básica, entonces cambia la historia porque el dinero que reciben se multiplica por cinco.


 


Con estos márgenes de rentabilidad, ¿acaso no es un buen negocio bloquear carreteras o incendiar oficinas públicas cuando se erradica esa coca que va al narcotráfico?, ¿no es buen negocio también acusar de violaciones a los derechos humanos, sin ninguna prueba por supuesto, a los policías que destruyen las pozas de maceración?


 


De acuerdo a las versiones recogidas en el Huallaga, una de las causas que empujó la subida del precio de la coca sería el ingreso de un fuerte financista que garantiza la compra de toda la pasta base. Obviamente, la coca sola no termina en cocaína, también se necesitan de los insumos químicos, que a propósito también han subido de precio. El litro de acetona cuesta 120 dólares.


 


Mientras filosofemos cómodamente en nuestros escritorios de cómo revertir esta difícil situación, lo que se necesita urgentemente es que la policía antidrogas realice de manera sistemática operaciones de interdicción en todo el Monzón, pero de manera especial en los centros poblados de Sachavaca, Cashapampa, Cachicoto, Manchuria, Camote y Palo de Acero.


 


La interdicción también tiene que alcanzar a los precursores químicos. Podría ser un buen comienzo si se tuviera un control más efectivo en el Puente Córpac, que conecta Tingo María con Monzón. Los miles de galones de kerosene no se trasladan al menudeo, se hacen en camiones cisterna, conocidos como “Las Ballenas”.


 


Insistimos en denunciar que hay zonas del país donde el narcotráfico es quien gobierna de facto y no las autoridades legalmente elegidas, el Monzón es una de ellas.


 


Sería bueno preguntar: ¿qué piensan de esta situación el alcalde del Monzón, los dirigentes cocaleros, el Jefe del Frente Policial Huallaga y la bancada cocalera del Parlamento Nacional?.