La ejecución de programas de desarrollo alternativo ha permitido reinstalar cultivos lícitos en 82 mil hectáreas que en los últimos años estuvieron dedicadas a la siembra y producción de coca, informó la Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida sin Drogas (Devida).
Éste es uno de los resultados más importantes de la Estrategia Nacional de Lucha contra las Drogas 2007-2011, cuyos ejes son la prevención y rehabilitación de la drogodependencia, las acciones de interdicción y el desarrollo alternativo sostenible.
En las áreas recuperadas, los cultivos alternativos con mayor rentabilidad –y, por consiguiente, con mayor atractivo para los productores– son el cacao (27 mil hectáreas), café (20 mil hectáreas), palma (12 mil hectáreas) y palmito (mil hectáreas).
El cacao, por ejemplo, se vendía en 1997 a un dólar por kilogramo, con una productividad promedio de media tonelada por hectárea. Hoy, se vende a 2.50 dólares por kilogramo y la productividad se incrementó a una tonelada y media por hectárea.
Algo parecido ocurre con la palma aceitera, que alcanza un rendimiento de 20 toneladas métricas por hectárea y se vende a 170 dólares la tonelada, explica el gerente de desarrollo alternativo de Devida, ingeniero Fernando Hurtado Pascual.
Estos niveles de producción y alta rentabilidad hacen posible que agricultores con veinte hectáreas en el distrito de Irazola, en la provincia de Padre Abad, región Ucayali, tengan sorprendentes ingresos totales de 68 mil dólares al año.
“A mis amigos profesionales les pregunto qué hacen en Lima, esperando a que alguien les ofrezca un trabajo, cuando las verdaderas oportunidades están en la Selva –comenta Hurtado–; un sueldo anual de 68 mil dólares no lo tiene cualquiera.”
Sostuvo que el proceso de desarrollo alternativo nos ha enseñado que hoy no es posible comprender el bienestar de la sociedad y su sostenibilidad exclusivamente por razones económicas, ni tampoco es posible entender la dinámica económica sin incorporar elementos sociales y políticos.
Se hace necesario integrar bajo un enfoque sistémico lo social, lo ambiental, lo económico y lo político.
En este contexto, las organizaciones de productores se han constituido en el espacio de esa integración. Lo que está en juego es el desarrollo humano sostenible y la sostenibilidad de la vida misma, indicó.
Para enfrentar ese desafío, hay que redefinir la manera como se relacionan las organizaciones con el entorno, incorporando aspectos que antes se desconocían.