El calentamiento global, el previsible agotamiento de los recursos naturales, los altos índices de contaminación o la proliferación de fenómenos naturales extremos han hecho tomar conciencia de la incidencia de las acciones humanas en el deterioro del planeta, y llegar a la conclusión que la producción ecológica de alimentos constituye una herramienta eficaz para mitigar los efectos del cambio climático mediante prácticas agroganaderas sostenibles.
Numerosas investigaciones demuestran que la producción ecológica emite menos Gases Efecto Invernadero (GEI) que la convencional, además de los probados beneficios para el medio ambiente que reportan las prácticas agroganaderas ecológicas como la preservación de la biodiversidad.
Los modelos sostenibles de producción agrícola y ganadera constituyen importantes herramientas para conservar la biodiversidad en los ecosistemas.
Frente a los efectos de la contaminación del medio ambiente, la producción ecológica aporta índices menores de emisiones a la atmósfera, elimina la contaminación por productos fitosanitarios de los suelos, favorece la conservación de la biodiversidad y garantiza alimentos saludables.
La intensificación de la producción agrícola y ganadera ha provocado graves problemas agroambientales, que van desde el incremento de la erosión de los suelos por laboreo y la pérdida de la estructura vegetal por sobrepastoreo hasta el aumento de emisiones de CO2 a la atmósfera y un alto consumo energético.
La necesidad de incrementar la productividad ha llevado en muchos casos a un empleo abusivo de fertilizantes y herbicidas y en el caso de las explotaciones ganaderas, de hormonas, estimuladores del apetito, medicamentos y otras sustancias; además de la concentración masiva de animales en espacios reducidos y la sustitución de pastos por cultivos que rompe la relación entre los animales y la tierra.
La sostenibilidad de las áreas agrícolas no solo requiere la diversificación y la integración armónica del componente forestal, sino también del componente animal. Los animales representan un papel fundamental en el manejo agrícola sostenible, y viceversa. Las explotaciones ecológicas aprovechan las sinergias que ofrece la propia naturaleza.
Así, una parte o los desechos de la producción vegetal se convierten en alimento para los animales, mientras que el estiércol de la producción animal, es el principal insumo de la producción vegetal. El respeto a los ciclos de producción y el control biológico de plagas, así como la aplicación de medidas preventivas no contaminantes son algunas herramientas que refuerzan la biodiversidad dotando de “defensas” al medio natural contra su deterioro y convirtiendo la acción humana en un aliado en lugar de un enemigo. La protección de la naturaleza mediante la producción ecológica aporta, además, alimentos saludables con valor añadido.
La agricultura ecológica contribuye al ciclo de carbono de diversas formas: cerrando los ciclos de nutrientes (incluyendo la ganadería), autoabasteciendo de recursos e insumos y utilizando recursos locales, manteniendo las características físico-químicas de los suelos, reduciendo la erosión gracias a la utilización de cubiertas vegetales y setos, utilizando un mayor porcentaje de fuentes energéticas renovables y un menor consumo de combustible fósil directo e indirecto (evitando usar productos que requieren alto coste energético en su fabricación como fertilizantes de síntesis).