La siguiente es una crónica del empresario peruano radicado en Estados Unidos, Carlos Pongo, quien llegó a la zona de Huepetuhe, en el distrito de Inambari, en pleno corazón de Madre de Dios, para conocer los graves y antiguos daños ocasionados por la minería artesanal, actividad que ha arrasa enormes zonas de bosques y que daña la naturaleza por el uso del mercurio. La minería artesanal destruye nuestro medio ambiente, pero erradicarla no es sencillo por el costo social que eso podría ocasionar. El tema es delicado y hay que hacerle frente. ¿Nuestros políticos podrán hacerlo? Carlos Pongo ha encontrado algunas respuestas.
«Carlos, antes de que salgas para Lima… ¿Quieres ver lo que es verdaderamente un desastre ecológico»? Eso me dijeron unos amigos de Puerto Maldonado, capital de Madre de Dios. Uno es abogado y el otro dirige una radio local. «Entonces tienes que ir al centro minero de Huepetuhe».
Acepté sin pensarlo dos veces. Ahora se habla y escribe mucho sobre la contaminación del medio ambiente producido por las empresas mineras y quería ver con mis propios ojos a qué le llamaban «desastre ecológico».
El 28 de febrero del 2008 partí hacia Huepetuhe, por la ruta que se dirige al Cusco. Después de cinco horas de viaje llegué a Mazuko, pueblo que lleva el apellido de un inmigrante japonés que se asentó en la zona en 1930 para explotar la madera. En los años de 30 y 40 hubo una fuerte inmigración japonesa en la zona. Incluso, el actual presidente regional de Madre de Dios es hijo de uno de esos inmigrantes japoneses.
Mazuko es la capital del distrito de Inambari y se ubica a 173 kilómetros de Puerto Maldonado y a 350 kilómetros del Cusco. Tiene una altitud de 305 metros sobre el nivel del mar.
De Mazuko partí en moto al punto de embarque para cruzar el río Inambari. Camiones y camionetas estaban esperando en el otro lado de ese afluente para transportar productos y alimentos al centro minero de Huepetuhe.
Todo era verde, pues era la selva amazónica del Manu. Pero después de una hora de viaje, el paisaje empezó a cambiar y entramos a una zona desértica en plena amazonía.
Huepetuhe es un pequeño poblado con mucha actividad. La minería mueve la zona. Hay un gran número de casas de compra de oro, tiendas de repuestos para equipos pesados y cantinas.
En la travesía me acompañó la estudiante de la Escuela de Periodismo Jaime Bausate y Mesa, Patricia Reyes, quien tomó una gran cantidad de fotos y filmó ese desastre ecológico.
Subimos a las partes altas donde camiones pesados traían tierra para ser procesada con mercurio y seleccionar el oro. En el punto más alto de un cerro de relave se pudo contemplar en toda su dimensión el daño hecho a esa extensa zona selvática. La depredación ambiental se pierde a la distancia. Es difícil imaginar que en esa zona depredada antes corrían ríos y había una frondosa vegetación.
Ese desastre no es causado por empresas extranjeras trasnacionales a las que podríamos echarles la culpa. Eso es producto de la minería artesanal y de pequeñas empresas dirigidas por peruanos. Tenemos que respetar nuestro medio ambiente. Tiene que haber otra forma de minería que no destruya nuestra propia tierra, nuestra Madre Tierra, nuestra Pacha Mama.
¿Qué fue lo que pasó?
Todo tiene un origen y una explicación. Ese fenómeno empezó hace años y ha ido cobrando fuerza a medida que el precio del oro ha ido subiendo en el mercado internacional. He hecho mi propia interpretación de lo que pasó en Madre de Dios.
Todos los gobiernos desde hace treinta años sabían que ese fenómeno se estaba desarrollando. En los últimos 15 años han volado en helicóptero diversos ministros de Energía y Minas e incluso algunos jefes de Estado lo han hecho. Y el daño ambiental era tan grande que todos se quedaban paralizados al no saber qué hacer o cómo buscar provecho de esa situación.
La presencia del Estado es muy débil en esa zona y se cuenta que se exporta el oro sin ningún control, con grandes comisiones (coimas) dirigidas a políticos de la zona y de la capital.
El problema es muy complejo porque la mayoría de los pobladores de esa zona que trabajan y viven de la minería artesanal provienen de Cusco y Puno. Cuando hay crisis económica y política, la gente educada emigra hacia otros países en busca de un mejor futuro, pero… ¿Qué pasa con la población con escasa educación y sin posibilidades de emigrar? Solamente les queda ingeniárselas para sobrevivir.
La lucha por la tierra en 1960, la posterior Reforma Agraria y la debacle de la agricultura obligó a los campesinos de Cusco y Puno a emigrar hacia la selva en busca de un mejor futuro en la tala de árboles y en la explotación artesanal del oro. Son ellos los que poblaron la zona y han levantado esa industria sin asistencia, por su propio instinto de sobrevivencia.
Pero no todo ha sido color de rosa. A medida que el precio del oro mejoraba, se necesitaba una mayor cantidad de mano de obra para trabajar en los yacimientos mineros. Los dueños de las minas, establecidos a través de los años, han promovido una nueva inmigración andina con promesas de buenos sueldos, pero trabajando en condiciones de esclavitud.
Los que se rebelaban eran asesinados y enterrados en cementerios clandestinos. En una época, tal vez por la escasez de mano de obra, también se recurrió a niños para la extracción de oro.
Con el alza del precio del oro se han formado nuevos ricos y nuevos grupos de poder económico en Madre de Dios. Si los políticos quieren ser elegidos en cargos nacionales o locales, necesitan dinero para financiar sus campañas políticas y encuentran una fuente de recursos de los grupos de poder económico del oro y de la tala ilegal de bosques.
¿Cuándo se ha escuchado que los representantes de Madre de Dios hayan llevado al Congreso de la República ese daño a la amazonia? Hay silencio en los políticos locales, en los ministros de Energía y Minas y en los gobernantes de turno porque el status quo les trae beneficios.
Soluciones a la vista
No se puede prohibir la explotación minera artesanal con un simple decreto supremo, porque ese sería el descalabro de la economía de Madre de Dios. Es como decretar que se prohíba la actividad económica informal en todo el país. El grueso de la población peruana en edad de trabajar tiene que recurrir a la informalidad. Es decir, crearse su propio medio de trabajo para poder subsistir. Las soluciones tienen que ser humanas y entendiendo bien nuestra realidad.
Por ello es importante desarrollar grandes cruzadas para rescatar y convertir en activos ambientales rentables a los más importantes pasivos ambientales existentes.
Por ejemplo, construyendo un gran parque zoológico en esa zona, para reproducir especies en vías de extinción y luego de arreglarla y reforestarla. Para ello se requiere de ideas y proyectos sólidos y bien documentados con fotografías y películas para acudir con ellos a las fuentes de financiamiento que existen en el mundo. Yo cuento con toda la información sobre lo que ocurre en Huepetuhe.
He visitado la zona varias veces, he fotografiado y filmado sus impactos y con ese material he tratado de llegar a los viceministros y a los ministros de Estado… También he buscado a Peter Van Deer Veen del Banco Mundial, al funcionarios del PNUD y a otras organizaciones, pero hasta ahora solamente veo que se tapan lo ojos y los oídos. Nada o muy poco se hace.
Tiene que reeducarse a los mineros artesanales en nuevas tecnologías para que no usen mercurio. También para que usen nueva metodología para procesar los deshechos y no arrojarlos libremente a los ríos o al subsuelo. Pero tienen que haber soluciones. Y en ese tema el nuevo Ministerio del Medio Ambiente tendrá su prueba de fuego.