Philippe Cousteau: «podemos vivir sin oro pero no sin agua»

Se necesita más que un certificado de nacimiento para ser un Cousteau. Es lo que suele decir Philippe Cousteau como carta de presentación. Como sucede con los descendientes de grandes figuras —su abuelo fue el gran explorador francés Jacques-Yves Cousteau—, los apellidos a veces se pueden convertir en un ancla demasiado pesada a la hora de buscar un destino propio.

En su caso no hubo dilemas. Creció en la cubierta y entre las cuerdas del Calypso, el dragaminas británico convertido en navío oceanográfico por su abuelo para recorrer todos los mares. Y a bordo del famoso barco fue aprendiendo los sutiles trucos de las cámaras de video y las historias que se cuentan con imágenes.

Cuando llegó la hora de decidir qué camino tomar, sabía bien lo que quería: convertirse en un Cousteau por cuenta propia. De los que van por el mundo estudiando y narrando la forma en que los seres humanos se relacionan con su planeta. Una tarea que hoy continúa como corresponsal especial de la cadena de noticias CNN y promotor de la organización ambiental sin ánimo de lucro EarthEcho International ( http://www.earthecho.org/)

Hace 20 años, su abuelo fue uno de los invitados de honor a la Cumbre de la Tierra celebrada en Río de Janeiro, Brasil. Veinte años después, cuando líderes de todo el planeta converjan en el mismo lugar, intentando renovar los compromisos de entonces y trazar nuevas metas, Philippe estará allí para relatar los avances de este diálogo global. Entre tanto, hará escala en Colombia para hablar sobre la historia de su familia y sus ideas en torno a los desafíos ambientales que afronta el mundo.

“Es muy raro que los humanos actúen preventivamente. La historia demuestra que por lo general lo hacemos en respuesta a las crisis”, explica Cousteau. Pero no se declara pesimista. Por el contrario, cree que el mejor síntoma de que las cosas están cambiando son los diálogos que millones de personas sostienen a diario sobre el cuidado del medio ambiente y las acciones que toman.

“Las conferencias como la de Copenhague, Cancún, Durban y ahora Río de Janeiro, mantienen abierto el diálogo. Lo que se ve es que el diálogo no sólo se da entre gobiernos, si no que otros actores se involucran. Por ejemplo, los líderes de negocios. Las empresas pueden provocar un gran cambio”, dice.

Su trabajo, como el de su abuelo y su padre, se ha concentrado en los mares y ríos. “El agua es la esencia de la vida, es la sustancia más preciada, más que el oro o el petróleo. Podemos vivir sin eso pero no sin agua”, apunta Cousteau. Le preocupa lo que va a suceder con los dos mil millones de personas que se sumarán a la población mundial en los próximos 40 años. Muchos nacerán en lugares donde ya escasea el agua.

Confía en que de Latinoamérica, con una gran población joven y con economías en crecimiento, salgan muchas de las respuestas a estos retos. “Comparto la visión de mi abuelo y mi padre: la de un mundo donde cada niño puede respirar aire fresco, tomar agua limpia y caminar por prados verdes bajo un cielo azul”, es lo que dice el tercer Cousteau que dedica su vida a recorrer y cuidar el planeta.

Fuente: Elespectador.com

Los comentarios están cerrados.