Peligrosa banalización del narcotráfico

Perú 21. El tema del narcotráfico está en campaña. Ello sería muy positivo para el país si lo estuviera en serio; si los temas de fondo se estuvieran discutiendo. No es así.

Debiéramos estar evaluando el por qué la llamada guerra contra las drogas viene fracasando en el mundo. Tendríamos que estar reflexionando sobre la ausencia de una política común latinoamericana para poder dialogar con Estados Unidos y Europa en otros términos.

Nuestros países sufren una ola de violencia y corrupción para evitar que la droga llegue a sus consumidores y no tenemos en la región una política común para interactuar con los países que generan gran parte del problema.

Entre tanto, en lo interno, la lucha para contener el cáncer de las drogas no se puede detener; menos aún cuando la que aquí se viene haciendo deja muchísimo que desear.  En los años de García han aumentado la violencia por el narcotráfico, la producción de cocaína y las áreas cultivadas.

Debiéramos, por tanto, estar teniendo discusiones serias sobre cómo aumentar la capacidad policial para poder atrapar a los capos locales, de qué manera mejorar la capacidad de detectar lavado dinero, cómo tener políticas de control de insumos químicos que sean realmente eficaces y cómo perfeccionar la erradicación de cultivos y el desarrollo alternativo. Todo ello acompañado de alternativas sobre cómo desarrollar estrategias serias para enfrentar la corrupción que inevitablemente acompaña al narcotráfico.

Nada de eso está en la agenda; más bien, la lucha contra el narcotráfico se ha convertido en una charada. Luego de las dos semanas desperdiciadas en torno al pelo de los candidatos, presenciamos ahora campañas urdidas desde Palacio para usar este problema como herramienta de campaña. (Que haya sido tan mal hecho y se convirtiese en un bumerán para sus promotores, no cambia la esencia del asunto).

Absurda decisión del JNE

Obligar a que las encuestadoras entreguen apellido, dirección, DNI y teléfono de quienes han sido encuestados es absurdo. Si esto prevalece, se acabaron las encuestas de opinión pública. Los encuestados aceptan dar su opinión porque saben que se trata de una respuesta anónima y no tendrá consecuencias.

Lo contrario haría que el resultado se limite a la opinión de aquellos (pocos) que estén dispuestos a entregarle a un desconocido todos sus datos personales. La verdad es que en el Perú hay 4 o 5 encuestadoras serias que, por lo demás, sacan resultados muy parecidos. Hay una bamba, al servicio del Apra, y por allí alguna, sobre cuya seriedad quedan dudas. Déjennos discernir a los ciudadanos a quién le creemos.

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