Los partidos políticos son, en teoría, organizaciones permanentes, con ideología, programa de gobierno y objetivos políticos. En los países democráticos los partidos políticos son instituciones a través de las cuales los ciudadanos pueden expresarse y, por eso, quien desea participar del gobierno municipal, regional o nacional puede ingresar a uno y desarrollar su vocación de servicio. Un país con partidos políticos serios puede garantizar la participación política ordenada de todos sus ciudadanos. Democracias estables tienen partidos históricos pero con líderes que se renuevan e ideas que mutan, transformándose en nuevas oportunidades sobre todo para los jóvenes.
En el Perú no tenemos partidos políticos fuertes. Los que han logrado sobrevivir a sus fundadores, como el Apra y el PPC, no tienen, en la actual coyuntura política, ni el peso ni la trascendencia necesarias. Los otros, en su mayoría, son o se han convertido en membretes, grupetes de seguidores tras un caudillo, pequeñas células anárquicas formadas con fines electorales o para servir los intereses económicos de sus cúpulas. No enseñan a servir sino a servirse, prostituyendo el sistema democrático. Si agregamos la poca transparencia en los manejos económicos el panorama es simplemente frustrante, sórdido y decepcionante.
En el Perú de hoy los partidos no son gravitantes. Veamos sino ¿Cuáles están en alguno de los cientos de conflictos sociales o en los temas nacionales? Ninguno. Los movimientos regionales, los frentes de defensa, los colectivos y, en fin, cualquiera que se junta con un pliego de reclamo en una mano y una piedra en la otra se siente legitimado para pedir oro, agua o lo que sea. No existe partido que lo acoja o que le salga al frente. La cancha está libre.
No debería llamarnos la atención, por eso, ni la aparición ni el crecimiento de movimientos como Movadef. La constatación de su presencia activa en universidades como San Marcos y en gremios como el Sutep es alentada por la inexistencia e inoperancia de alternativas políticas. Ni partidos ni líderes democráticos le dan batalla. Están tan ausentes allí como en Cajamarca, Espinar, Puno, el VRAEM y en todo el Perú. En lugar de combate ideológico hay repliegue ideológico.
Es indispensable, por eso, tomar acción sobre nuestro sistema político porque no está funcionando. Sin partidos no hay democracia, pero tal y como están hoy esos partidos sólo alientan a cualquier aventura que puede traer abajo lo avanzado.