El Comercio. En artículo publicado en el diario El Comercio y que reproducimos a continuación, el periodista Fernando Vivas pone alto a la ola de moralina y represión que inunda el país luego de la trágica muerte de la joven universitaria Stephany Flores y mas bien reclama una política de estado que ataque los factores que generan la violencia y la inseguridad que vivimos, y que nos permita a los ciudadanos conciliar la libertad con una necesaria cultura de prevención.
Una ola de patriarcal moralina inunda el país desde el asesinato de Stephany Flores. Alan García ha llegado a lamentar la “calentura momentánea” de la chica. Caray, esa manera velada de reprender a la pobre víctima me hace recordar a la típica y derrotista reacción criolla ante la delincuencia: llamar coquetas a las mujeres violentadas y babosos a los hombres asaltados. Si tal pensamiento se extendiera a todas nuestras autoridades, solo nos quedaría persignarnos ante esta sentencia: la inseguridad es un castigo a nuestros pecados.
No, señor. La criminalidad se nutre de perversiones particulares, conflictos sociales y desigualdades. Hay que atacarla con actitudes positivas y políticas de Estado. Una de esas políticas bien puede ser difundir “tips” para no caer en manos de delincuentes, pero no con la idea de reprimir el ejercicio de la libertad sino de conciliarlo con una cultura de la prevención, cosa muy distinta a fomentar una cultura de la represión.
Que chicos y adultos salgan a la calle alertas y prevenidos, sabiendo calcular riesgos y tomar sus propias decisiones. Ahora bien, si el riesgo es muy alto y no hay precauciones disponibles, ahí sí ducha fría y a ver tele.
No creo que Stephany fuera exageradamente desprevenida. Simple y trágicamente, se topó con un psicópata en un millón. La reflexión culposa de su padre, Ricardo Flores, tiene sentido cuando dice que no le enseñó a su hija que el mundo era más peligroso de lo que parecía. Pero que no se flagele más, Stephany no fue víctima de su buena fe sino de la mala fe de su asesino. No le faltaron valores, quizá sí precauciones, pero ello no me provoca crítica sino respeto y compasión.
Hay menos víctimas de criminales a los que ligaron fugazmente que de delincuentes a mano armada, secuestradores, taxistas asaltantes, pandilleros y hasta de sus propias parejas y ex parejas. El feminicidio llamado íntimo, o sea cometido por conocidos, es mucho más frecuente que el no íntimo, dentro del que clasificaríamos al de Stephany, pues parece haber en Joran van der Sloot un patrón de misoginia (cifras proporcionadas por Manuela Ramos arrojan 86,7% del total para el íntimo y 13,3% para el segundo).
Concentrémonos entonces en formular y ejecutar políticas de Estado para atacar los factores de esta violencia homicida: machismo secular, consumo excesivo de alcohol, drogadicción, pandillaje, barras bravas y todas las formas del odio y del desprecio por la vida.