Al gobierno no se le puede regatear el mérito de que los 36 rehenes de Camisea hayan vuelto a sus hogares, pero tampoco se le puede aceptar la exageración de que fue una ‘victoria impecable’, pues la operación sacó a flote varias carencias de la lucha contra el terrorismo.
‘Liberación’ o ‘rescate’ –escoja usted según como crea que ocurrieron realmente las cosas–, es obvio que, en cualquier caso, la tropa del gobierno jugó un papel para que los neosenderistas dejen a sus presas.
Y sobre el pago del rescate, el único indicio, hasta ahora, son las versiones sin pruebas de algunos ‘senderólogos’ de ‘baja intensidad’.
Pero de ahí a dar el salto que pretende el gobierno para concluir que la operación fue ‘impecable’ hay un trecho muy largo que los hechos lo impiden, salvo que se redefina el sentido de dicha palabra, pues ‘algo’ –por decir lo menos– no salió bien. La verdad es que algunas cosas salieron mal y, otras, muy mal.
En el gobierno actual se percibe, para empezar, en comparación con los dos previos, una mayor voluntad para combatir al terrorismo. Pero, al igual que los dos gobiernos previos, también se observan más ganas que estrategia y capacidad efectiva de avanzar hacia la erradicación indispensable del terrorismo.
Entre algunos de los problemas percibidos están el envío de personal poco preparado y mal equipado; helicópteros que se convierten en palomas para que les disparen estos cazadores malditos del terrorismo; incapacidad de comunicarse y conectarse apropiadamente con las poblaciones de las zonas convulsionadas, con el país en general o con los parientes de los desaparecidos; débil capacidad de inteligencia; o dificultad para interpretar cabalmente al enemigo que se enfrenta.
Pero la imposibilidad real de sostener que se trata de una ‘victoria impecable’ se sustenta en lo que quizá ha sido la noticia más conmovedora de estos días: el abandono cobarde de tres efectivos de la Dinoes por parte de sus jefes, de acuerdo con el estupendo reportaje elaborado por IDL-Reporteros.
No es la única mala noticia sufrida por la Policía en estos días. Desde la compra de chalecos antibalas que son inservibles hasta el atropello absurdo cometido por un patrullero en Cajamarca, es evidente que, más allá del valor, coraje y heroicidad de muchos policías, acá hay muchas cosas por corregir y que, peor aún, no se percibe un liderazgo capaz de plantear y ejecutar la gran reforma. Sobran ganas, faltan capacidades.
En todo este contexto, ya parece el momento apropiado de que el presidente Ollanta Humala reaparezca, cuanto antes, pues no conviene –a él, a su gobierno y al país– que se acumulen tantos temas –desde el VRAE hasta Conga– sin escucharlo.