Todos estamos conmocionados por las imágenes de don Dionisio Vilca llamando a su hijo en la espesura de la selva alta del VRAE, entrando con dos guías machiguengas a buscarlo. Todos estamos conmocionados por las imágenes que no hemos visto sino apenas imaginado con reservas: el padre encontrando el cadáver, torturado, perdido, como decía él mismo en una entrevista “ahí tirado”, de su hijo de 20 años: un suboficial de la Policía Nacional que fue abandonado por el helicóptero piloteado por un capitán que, a pesar de la presión de sus compañeros, no quiso regresar. El padre llevando el cadáver de su hijo, cargado en una manta, a través de varios kilómetros, hasta que encuentra un taxi donde lo transporta a la comisaría de Kiteni. En Lima, la abuela que ha llorado toda la noche y está saliendo de ese sopor de la sedación con calmantes, solo atina a afirmar frente a la cámara: “No lo han buscado, no lo han buscado, lo han dejado como a un perro”.
Que no se haya buscado a los dos suboficiales Astuquillca y Vilca nos ha indignado a todos, desde congresistas de posiciones diferenciadas como Javier Diez Canseco y Marisol Pérez Tello, hasta el simple hombre de a pie que también tiene un hijo de la misma edad y no puede dejar percibir ese temor primario ante la muerte. Pensar que si hubieran sido rescatados podría hoy Vilca estar vivo. Ese es el punto principal. En la comisaría de Kiteni se aceptó que, en verdad, no se había buscado a ninguno de los dos suboficiales porque no se recibieron órdenes en este sentido.
Sin embargo, también es necesario precisar que fue el mismo Dionisio Vilca quien, cuando se internó en el monte, le pidió a la Policía que lo dejaran ir solo. El padre no ha tenido miedo, ni ha pensado en que podría encontrarse cara a cara con las huestes de “Gabriel”, y a pedido de los propios machiguengas, no ha convocado a la Policía porque, en esas poblaciones, les tienen miedo. ¿Cómo caminar por el VRAE con varios policías a su lado? Imposible. Por eso mismo ha sido la población de Kiteni, sobre todo los pobladores indígenas de Alto Lagunas, quienes han apoyado definitivamente a este hombre desesperado.
Desde Lima se ha pedido que renuncie el ministro del Interior y los congresistas han votado por una moción de censura contra los ministros Lozada y Otárola por incapacidad. A la fecha han muerto ocho miembros tanto del Ejército como de la Policía, y el ministro de viaje en Colombia mientras que su despacho difunde un comunicado sosteniendo que fueron los efectivos policiales quienes encontraron el cuerpo. Es un caos esta situación: unos se culpan a otros, otros a los unos. Pero siguen ahí las huestes de “Gabriel” y de “José”, secuestrando niños y asesinando policías. Hay cientos de planes sobre la zona y no se cumplen. ¿En qué momento vamos a admitir que con corrupción e indolencia no se puede contener a los narcoterroristas? Y no todos somos culpables: por supuesto que no. Esa difusión de la responsabilidad es una irresponsabilidad. Acá hay muertos y otros demasiado vivos.