Ningunean al “problema principal”

Perú 21. Como ya es costumbre, a la pregunta de cuál es el principal problema de la ciudad, la seguridad ciudadana aparece en primer lugar; ello, pese a tener competidores tan connotados como el tránsito y el transporte. Lo ratifica la más reciente encuesta Ipsos Apoyo, donde el 73% considera a la delincuencia como el principal problema de Lima.

La percepción extendida es que la cosa se deteriora. Hasta hace poco ello no se podía corroborar con cifras (tan escasas y poco confiables en el Perú). De allí lo valiosas de las que acaba de difundir la fiscal de la Nación sobre los casos que ven. Si bien solo miden la punta del iceberg, ya que la gran mayoría de los hechos delictivos ni siquiera se denuncian a la Policía y mucho menos llegan a la Fiscalía, los datos son alarmantes.

De acuerdo con su Observatorio de Criminalidad, en el año 2009 hubo en el Perú 307,223 denuncias penales, un incremento del 18% con respecto al 2008, que a su vez había subido 8% con respecto al 2007. En pocas palabras, el delito crece mucho más rápido que el PBI y, por supuesto, que la población.

Sin embargo, midiendo la inseguridad por sus indicadores más duros e internacionalmente comparables –la tasa de homicidios por 100 mil habitantes–, nuestras ciudades se encuentran muy lejos de padecer lo de otras similares. La tasa de homicidios en Lima es cercana a la de lugares relativamente seguros, como Santiago de Chile o Montevideo, y totalmente distante a las que sufren las ciudades del espanto (Ciudad Juárez, San Salvador, Ciudad de Guatemala y Caracas), donde no parece haber esperanza alguna de mejora.

Así, se puede decir que, por ahora, el Perú escapa a la dramática situación de otros países. Sin embargo, a la vez, el nuestro tiene casi todos los factores que se consideran explicativos de la gravedad de la situación en otros lares, a saber, estado débil, historias de violencia previa, informalidad, drogas, urbanización caótica, etc.

Además, el deterioro de los últimos años no solo es cuantitativo, sino anuncia posibles cambios cualitativos, en el sentido de una cierta mayor incidencia de factores vinculados al crimen organizado (sicariaje, extorsión, territorios “controlados”, mayor violencia en crímenes, etc.).

A estas alturas ya no cabe esperar nada de un gobierno que no le dio a los temas de seguridad ninguna importancia y que, más bien, ha contribuido a un mucho mayor deterioro de las instituciones que deben enfrentarlo. Por eso, la seguridad ciudadana debiera ser materia importante de las discusiones para la elección de gobiernos locales y, luego, para las presidenciales. Ojalá se aborde en serio y no con la retórica hueca de costumbre de los que creen que, con poner voz ronca y hablar de mano dura, las cosas mejorarán.