Más allá de la permanencia o no de Ricardo Soberón al frente de Devida, la que ha generado justificada controversia debido a la dudosa postura del aludido respecto de las políticas de erradicación de cultivos de coca –lo que se ha agravado con la aparición de comunicaciones suyas que dejan dudas respecto de si ha entendido a cabalidad que su cargo exige ponerse por encima de posiciones personales-, lo cierto es que la lucha antidrogas no pasa principalmente por establecer una agresiva política de erradicaciones.
No radica allí lo más grave del problema del narcotráfico. Descartada la tesis de la despenalización del circuito de la droga –que consideramos la única capaz de cortar de un solo tajo la cuestión-, y asumido que el objetivo es combatir al narcotráfico en todas sus variantes bajo un esquema represivo, no creemos que el énfasis principal sea perseguir a los campesinos cocaleros.
En términos de costo-beneficio es infinitamente más eficaz esforzarse por ponerle coto al flujo libérrimo de insumos químicos que hoy en día permiten que se elabore pasta básica y cocaína casi sin cortapisa alguna. Y todas las normas dispuestas para lograrlo son letra muerta, revelando de paso, nuevamente, el alto grado de corrupción existente en las fuerzas policiales que se hacen de la vista gorda frente al problema.
Y mayor grado de daño se le inferiría al narcotráfico si, adicionalmente, hubiese una agresiva política de decomisos. Es francamente vergonzoso que en el Perú se decomise solo el 3% de la producción de droga mientras en Colombia se llega a niveles cercanos al 50%!!!
Se sabe, por ejemplo, por qué puertos sale la cocaína. Diversos informes periodísticos han revelado que los puertos del norte, especialmente Paita, son la principal puerta de salida de la droga. ¿Acaso hemos sido testigos en los últimos años de alguna labor de inteligencia policial y consecuente decomiso masivo de dichos embarques? Nada de nada.
Si ambos aspectos –el control de insumos y el decomiso de la droga- se hiciesen con un mínimo nivel de eficacia se cortaría la yugular del narcotráfico y eso bastaría para tirarse abajo el mercado que propicia que miles de campesinos peruanos se dediquen a sembrar coca en lugar de sembrar café, cacao o cualesquiera otro producto, que a la fecha tienen altas tasas de rentabilidad mundial.
Si eso no se hace, que se vaya o se quede Soberón al frente de Devida es absolutamente irrelevante. El gobierno seguramente evaluará políticamente si cometió un error o no nombrándolo, a sabiendas de una posición confusa sobre el tema. Pero ninguna campaña mediática debería distraernos respecto de lo esencial. Menos aún si se quiere vender la especie de que hasta la fecha todo iba muy bien y que los “logros” alcanzados corren peligro por el referido nombramiento.
Nunca antes en la historia, como en los últimos cinco años, el sembrío de coca, la fabricación de droga y su exportación han crecido tanto y con tal impunidad. Y que recordemos, ninguno de los medios que hoy se cortan las venas por el tema le dedicaron una sola portada al problema.
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