El drástico declive global de ranas y otros anfibios debido a la quitridriomicosis, enfermedad causada por un hongo patógeno extremadamente virulento, exacerbó los brotes de malaria en Costa Rica y Panamá durante las décadas de 1990 y 2000. Así lo ha advertido una nueva investigación que proporciona la primera evidencia de que la disminución de la población de anfibios afecta directamente a la salud humana.
De este modo, conservar la biodiversidad puede beneficiar a los seres humanos y a los ecosistemas locales.
La propagación mundial de ‘Batrachochytrium dendrobatidis’, causante de la quitridriomicosis, ha sido responsable de la muerte masiva de anfibios en todo el planeta desde la década de los 80. Un estudio de 2019 encontró que esta enfermedad fúngica ha jugado un papel clave en el declive de más de 500 especies de anfibios en las últimas décadas y que presumiblemente originó la extinción de 90 especies.
En Costa Rica y Panamá, esta enfermedad circuló desde principios de la década de los 80 hasta la década de 2000. Paralelamente, ambos países experimentaron importantes aumentos en los casos de malaria. En el nuevo estudio, presentado hace unos días en la reunión anual de la Unión Geofísica Americana por parte de Joakim Weill, economista ambiental de la Universidad de California, los investigadores analizaron si estos brotes de malaria estaban relacionados con la disminución de los anfibios, ya que estos se nutren de los mosquitos que transmiten la enfermedad. Así, compararon el momento y la extensión espacial de la muerte de anfibios con los casos de malaria en Costa Rica y Panamá, a nivel de condado. desde 1976 hasta 2016.
Los investigadores encontraron un aumento significativo en los casos de malaria en estos países que comenzó inmediatamente después de que empezarán las muertes de anfibios y alcanzó su punto máximo 5-6 años después. En 1980, había menos de 1.000 casos de malaria en los dos países, pero estos comenzaron a aumentar en 1990 y alcanzaron su punto máximo de 7.000 en Costa Rica a mediados de la década de 1990, y de 5.000 en Panamá a mediados de la década de 2000.
Los casos de malaria volvieron a bajar después de este pico, y los investigadores sospechan que esto se debe a intervenciones locales de salud pública como la fumigación con insecticidas.
Los resultados presentan las primeras pruebas de que la extinción de especies y la pérdida de biodiversidad pueden afectar directamente la salud humana. Otros factores ambientales como la deforestación también jugaron un papel en la exacerbación de los brotes, pero ningún otro factor tuvo tanto impacto en los casos de malaria como la disminución de los anfibios, según el estudio.
«Este trabajo interdisciplinario es como un pequeño bloque de construcción que muestra que podría haber consecuencias no deseadas para la salud humana debidas al colapso de los anfibios, por lo que realmente deberíamos estar dándonos cuenta de estos impactos», afirma Weill. «Vemos el trabajo como un primer paso importante para desentrañar la relación causal entre el cambio ambiental y la salud humana», añade.
Fuente: Dycit