Monzón: el valle que erradica la coca

Un reciente informe de la ONU revela que el valle del Monzón es un ejemplo emblemático en la lucha contra las drogas. Correo Semanal visitó la zona y observó cómo es posible recuperar un territorio que fue dominado por el narcoterrorismo durante décadas.

Existe una zona del Perú que no era parte del país y que, habría que decirlo, tampoco quería serlo. El valle del Monzón, en el sector selvático de Huánuco y conectado por caminos de trocha con Tingo María, fue un enclave que hace pocos años estaba tomado de facto por el narcoterrorismo, y donde el Estado era percibido como una presencia indeseada por los agricultores que estaban haciendo un negocio más o menos rentable con los cultivos ilegales de la hoja de coca.

Desde luego, la actitud de los campesinos del Monzón estaba justificada: ante la desatención del Gobierno por su bienestar, estaba la mano negra del narcotráfico para paliar las urgentes necesidades de una zona aún deprimida, eso también hay que decirlo, aunque decididamente más integrada a la legalidad y con una perspectiva un poco más optimista respecto al futuro.

GRANO POR GRANO

Llegado al valle del Monzón, el forastero repara en la fuerte presencia policial que en el pasado era impensable, con comisarías y efectivos patrullando. ¿Esto antes era así?, se le pregunta a un poblador, y viene la respuesta: «No, antes acá no entraba la policía, la cosa era fregada. Acá no podía entrar nadie desconocido porque al toque pensaban que era un soplón».

Entonces es fácil imaginar el escenario que tenía esta zona del Alto Huallaga y lo conveniente del cambio una vez que el Estado decidió tomar medidas concretas y logró un triunfo clave con la captura del “camarada Artemio” en 2012.

Los caseríos de esta zona agreste ahora están poniendo sus expectativas en el cacao, el café, el plátano y -en menor escala- el arroz para conseguir al fin lo que ni aun con la hoja de coca podían conseguir.

La Comisión Nacional para el Desarrollo y Vida sin Drogas (Devida), con su recientemente estrenado presidente ejecutivo Alberto Otárola Peñaranda, está impulsando desde 2011 el Programa de Desarrollo Alternativo Integral y Sostenible (Pirdais), que busca reemplazar los cultivos de coca ilegales por cultivos alternativos.

Desde luego, esta tarea no resulta fácil para una población que ha rechazado, y de manera violenta, la intervención estatal en el destino de sus chacras, pero la mencionada captura de Artemio’, junto con la caída de autoridades municipales que, se sabe, auspiciaban los narcocultivos, ha abierto una oportunidad de diálogo entre agricultores y el Gobierno.

LARGO CAMINO POR ANDAR

Desde luego el asunto no ha resultado tan fácil. Una vez que se establecieron acuerdos con los productores de la zona para erradicar los cultivos de hoja coca venía la tarea de poserradicación, lo que comportaba toda una instrucción sobre qué cultivos alternativos implementar, así como la capacitación para hacerlo y el apoyo económico para que se active de manera eficiente la economía agraria.

El último viernes 13 de junio Otárola Peñaranda recorrió los caseríos de río Espino, Soledad y Agua Blanca en el Monzón, en su primera visita oficial como presidente de Devida, y en su recorrido, uno de los puntos en los que hizo mayor hincapié fue en el objetivo de desarrollar una «política agresiva» para impulsar la titulación de los campos de cultivo a favor de sus propietarios. Un asunto legal que, sin gran inversión, podría traer substanciales beneficios económicos a la gente del Monzón.

La estrategia planteada por Otárola es sencilla. En diálogo directo con los pobladores afirmó que «siendo formalmente dueños de sus tierras podrían acceder a créditos bancarios con los cuales adquirir capital para invertir en sus cultivos».

De hecho, a la actualidad, Devida ha concretado un total de 1.080 títulos de propiedad y se prevé que en el corto plazo se concrete la entrega de 2.032 más. Esto beneficiaría a las cerca de 3.500 familias existentes en los caseríos del Monzón y alrededores que, según cifras de Devida, ya han sido incorporadas a la legalidad una vez vencida la desconfianza por las iniciativas estatales.

El problema es complejo, pues es de esperar que la respuesta de los campesinos no sea unánime a favor, pero eso es algo de lo que el Gobierno es bastante consciente y asume que se está enfrentando a 40 años de ocupación narcoterrorista en la zona, y todo lo que supone cambiar lo que ya era una dinámica integral de vida.

LA VERDAD DE LOS NÚMEROS

Sin embargo, los empeños de Devida se ven respaldados por cifras. El Alto Huallaga ha registrado en el último año el más alto porcentaje de reducción de áreas de producción de hoja de coca en su historia, con un total de 54,8% menos; y desde las actividades iniciadas en 2009 hasta la fecha, un total de 13.195 hectáreas han sido destinadas a cultivos alternativos, haciendo que el total transformado en cinco años ascienda a un 75,4% de tierras incorporadas a la legalidad. La realidad puntual de la zona del Monzón es notable, pues se estima que durante 2013 un total de 7.138 hectáreas dedicadas al cultivo ilegal de coca han sido reducidas a apenas 227 hectáreas, lo que hace de esta zona de Huánuco el caso más exitoso en la tarea de erradicación en el ámbito nacional.

Este último dato se desprende del reciente informe emitido por la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito para el Perú y Ecuador, en el cual se resalta que, comparado con la realidad del año 2011, el valle del Monzón ha registrado una reducción del 94% de las tierras dedicadas a la producción de coca para el narcotráfico.

Desde luego las demandas de los pobladores del Monzón son amplias, como la implementación de redes de agua y desagüe, así como la mejora en la infraestructura pública, en particular las escuelas y los centros médicos. Por lo pronto Otárola se ha reafirmado en su compromiso de mejorar los caminos de trocha con la ayuda del Ejército, y la salida de los productos hacia los mercados internacionales a través de los puertos de Áncash, a la par de seguir capacitando a una población que necesita aprender una nueva manera de entenderse con la tierra. El Monzón espera que las propuesta de Devida se cumplan y los nuevos aires no sean aves de paso.