El evento se efectuó del 26 al 29 de febrero y el documento denuncia las múltiples dimensiones de las violencias que viven las mujeres indígenas en lo político, social, cultural, económico, físico, psicológico, ambiental y espiritual.
Las violencias se manifiestan en los conflictos armados, la ejecución de proyectos extractivos, la militarización de las tierras y territorios y la migración y el desplazamiento forzado. Asimismo, en el racismo, la discriminación, los efectos de la crisis climática y las intromisiones de religiones ajenas a la espiritualidad propia.
Las violencias traen consigo la estigmatización, persecución, criminalización, asesinato y desapariciones a lideresas, defensoras y activistas indígenas, indica el documento. A todo ello, se agregan los abusos y violaciones sexuales, la misoginia, los feminicidios, el matrimonio y las uniones infantiles, tempranas y forzadas, el embarazo infantil adolescente y la trata de personas con fines de explotación sexual.
Ello demuestra la «interconexión de las múltiples formas de violencias tanto en la dimensión individual como colectiva», así como «las violencias intrafamiliar e intercomunal que muchas veces se justifican (…) en nombre de la cultura.
Para los Estados, los pueblos y las mujeres indígenas «somos lo sacrificable frente a los intereses económicos y la perspectiva de desarrollo basado en la acumulación, la profundización acelerada del extractivismo y el racismo estructural».
El documento también advierte el recrudecimiento de la imposición del conservadurismo y los fundamentalismos religiosos que atentan contra la dignidad humana, la integridad física y espiritual indígena. El pronunciamiento hace responsables a los Estados por no prevenir, sancionar, reparar y erradicar, así como por no tener mecanismos que garanticen la vida libre de violencia de las mujeres indígenas.
Hace un llamado a la sociedad en general, indígenas y no indígenas, y a los tomadores de decisiones políticas y económicas a poner en prioridad el valor de la vida de los pueblos, mujeres, jóvenes y niñas indígenas.
En tal sentido exigen se reconozca las contribuciones a la humanidad y al equilibrio climático, como guardianas de la tierra, los bosques, las semillas, el agua, culturas, conocimientos, lenguas etc. y la vida misma. La declaración citada fue suscrita en Coatlicue, el 29 de febrero de 2020.
Fuente: Servindi