Alimentadas para madurar en un tiempo récord de cinco días, a punta de maca, polen, miel y levadura de cerveza, miles de diminutas avispas aguardan impacientes en un táper el momento de entrar en acción. Apenas tienen dos milímetros de largo pero comen como si fueran 500 veces más grandes. No, no comen, devoran. Y si se topan con plagas como los gusanos tragahojas o las moscas blancas, esas que atacan los jardines de Lima, son mucho más contundentes: arrasan.
“Las microavispas son un control biológico de plagas muy efectivo. En seis años hemos visto grandes beneficios en los acantilados, donde hacen un trabajo más sano que los insecticidas”, asevera Patricia Llanos, bióloga a cargo del Insectario Municipal de Miraflores. Desde el 2006, allí se han criado más de 15.000 insectos ‘caníbales’. Es decir, bichos que solo se alimentan de sus pares comeplantas.
Según cálculos de esta comuna, que tiene en sus acantilados al 30% de áreas verdes del distrito, el uso de microavispas, crisopas, mariquitas y ácaros predadores en esta área ha permitido que amenazas como los pulgones, polillas y afines se reduzcan en casi un 80%. Todo por S/.9 mil al año, que es lo que cuesta mantener el insectario, de unos 60 m2.
Aunque el distrito no brindó cifras sobre cuánto invierte en pesticidas para fumigar el 70% restante de áreas verdes, fuentes del Servicio de Parques de Lima (Serpar) informaron que, según el tamaño del parque o jardín, el insumo (pesticida) elegido y el tipo de plaga por combatir, este servicio oscila entre los S/.500 y los S/.3.000 por sesión. Se recomienda al menos una sesión por semestre.
Clorinda Vergara, docente de Entomología de la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional Agraria La Molina (UNALM), afirma que el uso de controladores biológicos no responde a una necesidad financiera, sino a una ecológica.
“En un ambiente sin perturbaciones, estas poblaciones de insectos se regulan a sí mismas. Pero en ciudades donde la contaminación es tan alta, la crianza de insectos predadores es más atractiva al uso de pesticidas que, por más inofensivos, tienen un efecto secundario en los humanos”, opina.
Los resultados alentadores del uso de controladores biológicos en el bosque de El Olivar, en San Isidro, apoyan esta última afirmación. El bosque de 9,7 hectáreas se mantiene libre de plagas gracias a un control fitosanitario (insectos predadores y cuidados agrícolas) desde junio del 2012.
Este distrito no cuenta con un insectario, pero entidades como la UNALM lo abastecen de los pequeños ‘trabajadores’.
Según Patricia Llanos, las comunas de La Molina y San Borja ya han expresado su interés en seguir la experiencia del insectario en sus respectivas jurisdicciones.
“Hay una población natural y considerable de insectos predadores en Chosica o Chaclacayo, pero su masificación en otras zonas, sin mediación del hombre, no se da. La construcción de más insectarios podría revertir esta situación”, afirma la bióloga.
Los estudiantes universitarios y escolares también pueden sobreponerse al rechazo habitual que generan los insectos y revalorar su importancia en el ecosistema, gracias a esta peculiar insectario miraflorino.
Para coordinar una visita se debe escribir a la responsable del laboratorio, al correo electrónico [email protected]. (Pamela Sandoval del Águila)
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