La gran variedad del maíz mexicano estaría en peligro a partir de la autorización del gobierno de ese país para que se realicen pruebas transgénicas con este grano oriundo de tierras aztecas. El especialista en temas de medio ambiente Manuel Luque advirtió que la controversial decisión podría hacer que las variedades mexicanas de este producto se vean reducidas y uniformizadas a estandares genéticamente modificados.
«(Esto) restaría variedad a la amplia oferta mexicana de maíz, comprometiendo la salud de su población y generando una dependencia económica de las semillas transgénicas, con riesgo a la subsistencia de los pequeños agricultores y a la seguridad alimentaria, al ser el maíz la base de la alimentación mexicana», indicó el experto en el diario El Comercio.
Los argumentos en favor del cultivo de transgénicos se basan en que con los organismos genéticamente modificados, OGM, se solucionaría el problema del hambre y desnutrición en el mundo, al incrementarse la productividad; sin embargo, – refiere Luque – el aumento en la productividad en nuestros países atraviesa por mecanizar el agro, implementar riego tecnificado y mejorar la asistencia técnica.
Semillas transgénicas no son de libre disponibilidad
El problema con una agricultura que gire hacia los OGM consiste en el compromiso de la seguridad alimentaria que esto significaría, por la dependencia continua de las semillas transgénicas que no serían de libre disponibilidad para el agricultor al estar registradas por las empresas que modificaron las originales.
«Cada campaña de siembra (el agricultor) tendría que comprarlas. Las patentes impedirían que el agricultor las use para la siguiente siembra; de otra forma estaría violando el derecho de propiedad intelectual y, dentro del alcance de los TLC, la empresa transnacional propietaria de la semilla podría acudir a tribunales internacionales para hacer valer sus derechos de propiedad intelectual», explica Luque.
En cuanto a los efectos nocivos de estos productos, el especialista destaca que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha reconocido las potenciales consecuencias de su consumo «por transferencia horizontal de los genes y especifica que los genes modificados poseen una persistencia de efectos imprevisibles».
«Se ha vinculado a su consumo afecciones alérgicas, resistencia a los antibióticos y casos de mutaciones genéticas», explica.
Perú megadiverso y libre de transgénicos
Por su gran biodiversidad, el Perú es poseedor de un gran número de especies endémicas en la alimentación básica, con variedades únicas que solo crecen en nuestro país, como la papa, olluco, chirimoya, lúcuma, uva quebranta y habas, entre otras, que forman parte —por sus contenidos nutricionales— del granero de alimentos naturales del mundo.
Asimismo, en tierra peruana crece una gran variedad de productos únicos de la medicina tradicional. «Todos ellos podrían perderse definitivamente y para siempre en sus variedades únicas, por contaminación transgénica si introducimos transgénicos, desapareciendo así nuestras ventajas competitivas en el mercado mundial», sostiene preocupado Luque.
«Se ha demostrado que los cultivos transgénicos no pueden coexistir con la agricultura orgánica. Un escenario de “contaminación genética” pondría en riesgo de perder nuestro patrimonio genético y alimenticio, ello podría ocurrir por polinización cruzada de transgénicos de cultivos adyacentes —vía el viento, insectos, aves y otros agentes polinizadores—, por cultivos ilegales, irregularidades administrativas, deficiencias en el rastreo de los transgénicos», agrega.
La clave: Patentar
La clave para salvaguardar los recursos genéticos que la naturaleza puso en tierra peruana pasa por patentarlos para no perder las oportunidades que ofrece el mercado y evitar además la biopiratería a partir de los cultivos transgénicos.
Por ello, el Estado – recomienda el experto – «debe impulsar la creación de bancos de genes regionales, orientados a identificar, caracterizar y patentar genes, excipientes y principios activos contenidos en nuestras diversas plantas con propiedades nutritivas, curativas o comerciales e impulsar industrias regionales para dar valor agregado a estos recursos».
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