Cuando tenía 12 años, Inés Chuquizuta Murayari tuvo que separarse de sus padres y decirle adiós a los árboles, riachuelos y animales del Centro Poblado de Ungurahui. La mudanza, aunque difícil, era necesaria: Inés tenía que iniciar la Secundaria y en dicha parte del distrito de Pastaza, provincia de Dátem del Marañón (Loreto), aún no había colegios. Los colegios y sobre todo su futuro, le dijo su mamá, estaban en la capital de la región, Iquitos. Aquella muestra de amor materno motivó a la pequeña Inés a hacerse una promesa: si algún día tenía hijos, también haría lo posible para que tuvieran la mejor educación…y ella estaría siempre cerca para apoyarlos.
“Cuando Paul, mi hijo mayor, ingresó al Colegio de Alto Rendimiento de Lima supe que había llegado el momento de cumplir mi promesa”, recuerda Inés, quien, orgullosa de los logros académicos de su primogénito, revela que se había estado preparando mentalmente para el viaje desde que Paul se inscribió como voluntario en el Centro de Rescate Amazónico (CREA). Los trabajadores le comentaban frecuentemente que el adolescente, de entonces 12 años, evidenciaba tanto talento y facilidad para tratar con los manatíes y los científicos, que sin duda se inclinaría por alguna carrera afín cuando sea mayor.
El vaticinio se cumplió: ni bien terminó el colegio, Paul Saldaña se preparó, postuló y ganó el concurso Beca 18, convocatoria 2018, y a la fecha cursa los primeros ciclos de Bioingeniería en la Universidad de Ingeniería y Tecnología (UTEC). Para no perderse ni una sola etapa de este nuevo desafío, su familia completa, liderada por mamá Inés, papá Eliú y la pequeña Alisson, se mudaron con él a una vivienda en el Callao.
De acuerdo con los registros del Programa Nacional de Becas y Crédito Educativo (Pronabec) del Ministerio de Educación, ocho de cada 10 talentos becados por el Estado entre los años 2012 y 2018 proceden de las regiones del país, como Junín, Cusco, Loreto, Huancavelica, Piura, Apurímac, Ayacucho, Puno y La Libertad, principalmente. En la mayoría de casos, estos talentos emigraron para estudiar en universidades fuera de sus localidades de origen.
“Hemos tenido mucha suerte, ya que no todas las mamás, muchos menos las familias de los becarios, tienen la posibilidad de poder acompañarlos cuando deben mudarse para estudiar. Es un sacrificio enorme alejarse, aunque comprendamos que es por el bien de nuestros hijos, quienes deben aprovechar este valioso apoyo del Estado y convertirse en profesionales”, asegura Inés.
Este domingo 12, cuando la familia se reúna en el primer puerto para las celebraciones del Día de la Madre, Inés dedicará varios minutos a agradecerle al destino por el viaje emprendido desde la idílica Ungurahui de su infancia. Siempre junto a sus hijos.
“Un Te quiero de tus papás nunca dejará de ser necesario, no importa si los hijos son niños, adolescentes o jóvenes. Y qué mejor que decirlo personalmente cuando salen para irse a estudiar”, asevera.