Entre seis y ocho avionetas de bandera boliviana logran infiltrarse en territorio peruano sin problema alguno y aterrizan en pistas clandestinas para recoger entre 350 y 500 kilos de droga producida en el valle de los ríos Apurímac, Ene y Mantaro (Vraem) todos los días, hasta cuatro toneladas cada 24 horas, de acuerdo con los cálculos de oficiales del Comando Especial del Vraem (Cevraem).
La acción de las fuerzas de seguridad se limita a intervenciones en tierra. No están en condiciones de desplegar operaciones de interdicción aérea. Eso lo saben las organizaciones de narcotraficantes, por eso han incrementado los vuelos.
Entre Perú y Estados Unidos existía un convenio que permitía al país norteamericano proveer información de inteligencia a la Fuerza Aérea del Perú (FAP) para derribar «narcoavionetas». Pero el 20 de abril de 2001, el acuerdo, que permitió la notable reducción de los «narcovuelos», se terminó abruptamente cuando un avión de la FAP, informado por una aeronave espía de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), derribó un hidroavión en Loreto.
La máquina era de un misionero estadounidense y de su esposa, quien falleció junto a su bebé de siete meses. Desde entonces, se acabaron los vuelos de interdicciones. Hace 12 años. Y los narcotraficantes han tomado nota de la falta de control.
A cualquier hora del día o de la noche comprobamos que las aeronaves de los narcotraficantes sobrevuelan esta zona en busca de alguna pista de aterrizaje acondicionada clandestinamente.
«Hemos detectado avionetas de un solo motor con capacidad para transportar entre 300 y 350 kilos de droga. También hemos encontrado aeronaves bimotor que pueden trasladar entre 400 y 600 kilos», explicaron fuentes del Cevraem.
REPORTE AÉREO
En 2012, el gobierno de Ollanta Humala facultó a las Fuerzas Armadas a participar de la lucha contra el narcotráfico siempre que estuviera vinculada con el terrorismo. Está probado que Sendero Luminoso tiene una alianza con las bandas de narcos del Vraem para financiar sus actividades.
Sin embargo, la luz verde no es para efectuar operaciones aéreas contra los narcos.
La República abordó un helicóptero Mi-35P en el cuartel general del Cevraem en Pichari, Cusco, y surcó la zona atravesada por el río Ene, en cuyas playas los narcotraficantes acondicionan con frecuencia pistas clandestinas.
En un vuelo de menos de media hora, identificamos hasta 38 «narcopistas» a lo largo del Ene.
«Las pistas son construidas por peones que son contratados por las organizaciones o por los mismos pobladores de la zona. Hemos contabilizado alrededor de 120 pistas clandestinas que son utilizadas por el narcotráfico. La mayoría es custodiada por los terroristas encabezados por los hermanos Quispe Palomino. Ellos reciben dinero a cambio de proteger el embarque de la droga y hasta que vuele la avioneta», señalaron las fuentes del Cevraem.
Las pistas han sido estratégicamente construidas en áreas aledañas a centros poblados. De modo que si las fuerzas del orden las destruyen, los pobladores de inmediato se dedican a repararla a cambio de dinero.
Gran parte de los aeródromos colindan con los centros poblados de Villa Virgen, Selva de Oro, Pampa Hermosa, Puerto Roca, Puerto San Miguel, Paquichary y Puerto Ene, en el distrito de San Martín de Pangoa (Satipo, Junín).
Mientras que por el río Apurímac figuran en Llochegua y Sivia (Ayacucho), y por Pichari, Kimbiri y Santa Rosa (Cusco).
Al ser consultados por qué las avionetas con droga no son intervenidas por las autoridades, las fuentes del Cevraem explicaron: “Tenemos muchas pistas identificadas. Los narcotraficantes aprovechan que el río baja sus aguas y se forman playas. Solo limpian la zona y marcan con una estaca y un trapo la ubicación. Eso es suficiente para que la nave pueda aterrizar. A veces estas aeronaves entran de dos a tres”.
VIEJA ESTRATEGIA
“Estos traficantes saben en qué momentos vamos operar. Están informados de todo. Pero no podemos intervenirlas mediante operaciones aéreas por la sencilla razón de que no tenemos autorización para hacerlo», indicaron las fuentes militares.
La República sorprendió a una banda de traficantes que se encargaban de transportar la droga hasta la pista de aterrizaje. Fue cuando abordamos en Puerto San Miguel, en el distrito San Martín de Pango (Satipo, Junín), un bote para que nos condujera hasta Puerto Ene. En la lancha se encontraban tres sujetos que llevaban camuflados 15 kilos de droga. El cargamento fue entregado a otros sujetos en Puerto Paquichari.
«La Dirandro no tiene la capacidad operativa fluvial para neutralizar a estas organizaciones del narcotráfico que se desplazan por todo el río Ene. No cuentan con lanchas, menos con una base antidrogas en la zona», dijo un oficial de la Dirandro de Pichari, lo que explica el «boom» de los «narcovuelos», como en los años 80 y 90.
La Dirandro solo tiene bases en Mazamari (Satipo), Palmapampa (Ayacucho) y Kepashiato (Cusco).
«Sin interdicciones aéreas esto continuará creciendo porque destruimos las pistas, y los pobladores las vuelven a activar. Mientras no se imponga una represión aérea, los narcos seguirán volando», dijeron las fuentes de la Dirandro.
EN CIFRAS
Mil dólares es el precio del kilo de la pasta básica de cocaína en el Vraem. USD $1,500.00 es valor del kilo de cocaína en las zonas de expendio del Vraem. 12 años es el tiempo que permanecen suspendidos los vuelos antidrogas en el Perú. (Doris Aguirre/Cortesía La República)