Madre de Dios: Los primeros pasos de la minería ilegal aurífera en Huepetue

MADRE DE DIOS. Gregoria Casas Huamanvilca falleció el pasado 7 de enero en un accidente de tránsito rumbo a Puerto Maldonado desde su Cusco natal. Conocida como «pionera» en el negocio de la minería ilegal en el rubro aurífero en Madre de Dios, tal vez otra hubiese sido la historia para muchos espacios boscosos acorralados por la minería aurífera sin su presencia.

Gregoria Casas nació en un 25 de diciembre de 1942 en el distrito de Sangarará, provincia de Acomayo, región Cusco. Ella llegó a los 23 años a la localidad madrediosina de Huepetue, junto a su esposo, Cecilio Baca Fernández, y los hermanos de este. Ese fue el caso de muchos de los pioneros que se instalaron en Madre de Dios buscando oportunidades en esta parte de la Amazonía.

La historia registra que Cecilio Baca y su esposa, Gregoria Casas, fundaron aquí, al borde del rio Punkiri, el Centro Poblado menor de Huepetue, que en el vocablo local proveniente de la lengua Harakbut significa “huella de tigre” en alusión a la abundancia de animales silvestres en esta zona. Los esposos tuvieron ocho hijos: Raúl, Marco, Yoni, Maruja, Violeta, Cecilio, José Luis, Violeta.

Parque de los Pioneros, en Huepetue.

La minería aurífera que parió «doña Gregoria»

Gregoria Casas llegó en tiempos cuando no había carretera de ingreso a la región Madre de Dios. Para llegar a Huepetue se caminaba tres días desde Quincemil, en el distrito de Camanti, provincia de Quispicanchis, región Cusco. Se usaba una ruta de piedras, entre cerros y selva virgen, cargando cada uno 40 kilos de víveres o enseres para la minería aurífera.

Por entonces, la minería aurífera en la zona entre los ríos Inambari y el Punkiri se trabaja manera muy artesanal, utilizando pequeñas canaletas, y haciendo uso de las raíces de los árboles, y así usar el paso de las aguas. En otros casos, se cargaban agua en latas para el lavado del material aurífero y obtener así el oro laminado, o el oro en charpa.

Con el tiempo, las penurias darían paso a la bonanza. Los terrenos que el matrimonio adquirió en el marco de la explotación madedera tenía oro debajo; así que el poder político se sumó al poder económico: Cecilio Baca fue alcalde de Huepetuhe cuando pasó de ser centro poblado menor para convertirse en distrito. El dinero acumulado en bienes y servicios por este imperio de la ilegalidad forjado por ambos no sabe de cifras exactas, pues estas no se conocen.

Gregoria Casas fue confrontada legalmente por parte del Estado, la Procuraduría, el Ministerio del Ambiente. También fue denunciada por lavado de activos y por minería ilegal. En el 2012, la revista Poder decía de ella: «acumula una gran fortuna gracias al manejo irregular de ocho concesiones, que suman un total de 845 hectáreas. Junto a su exmarido, además, tienen otras concesiones en proceso de trámite por un total de 600 hectáreas».

Si bien es cierto «doña Gregoria» dejó este mundo; su «filosofía» dejó muchos seguidores. “Siempre será recordada con respeto, con afecto, por su trayectoria de trabajo, por las ganas de salir adelante en situaciones duras y adversas», dijo de ella el parlamentario madrediosino Eduardo Salhuana. En tanto, el alcalde de Huepetue, Tomas Díaz, anunció que la imagen de «doña Goya» tendrá un lugar en un parque público de la localidad.

Gregoria Casas encarna una de las facetas más preocupantes de nuestra Amazonía, de nuestro país en general, a la que ya no se debe voltear el rostro por más tiempo. Esta mujer llegó a ser un mito personal en el reino de la informalidad, donde las obligaciones tributarias o ambientales no cuentan o se negocian.