Ollanta Humala y Nadine Heredia le dieron luz verde a la repartija, con sus socios toledistas y los opositores fujimoristas y pepecistas. La opinión pública le puso luz roja a esa inmunda componenda y –al momento de escribir estas líneas– casi todos parecen haber reculado en su propósito de elegir un Tribunal Constitucional (TC) y Defensoría del Pueblo (DP) impresentables.
Si el negociado de cargos efectuado en el Congreso constituyó un duro golpe a la democracia, la victoria popular lograda al conseguir que retrocedan –hasta el momento– y los nombrados se vean obligados a renunciar es un triunfo democrático.
Es difícil decir qué ha sido más indignante, si la repartija que hicieron los principales grupos políticos del Congreso para nombrar a los miembros del TC y la DP, o la fingida insatisfacción de Ollanta Humala, el principal responsable de este desatino.
¿Por qué iban pagar ese precio?
El diario Gestión lo sintetizó en su titular de primera plana el jueves: “El Gobierno toma el control del Tribunal Constitucional”. (18.7.13). Y Andrés lo graficó en ese diario en una caricatura en la que se muestra a Nadine Heredia corriendo raudamente hacia el 2016 con todos los semáforos en luz verde.
En efecto, si el gobierno estaba dispuesto a pagar el alto precio del desprestigio para tomar el control del TC, es porque tenía razones muy poderosas para hacerlo. Y eso reaviva las sospechas de que, a pesar de su reciente desmentido, la pareja presidencial no ha renunciado a la reelección conyugal.
En cualquier caso, con ese TC tenían la posibilidad, si ellos creen que sus opciones son altas, de salvar las vallas legales y permitir la candidatura de Heredia.
Por otro lado, como advertía Gestión, el gobierno se aseguraba de que una ley no sería declarada inconstitucional si no lo deseaba, porque para eso se requieren cinco votos y el gobierno tenía tres de siete.
Por un plato de lentejas
El descrédito de la democracia y sus instituciones, en particular de los partidos políticos, ha caído muchos puntos más. Los grupos más importantes de la oposición, el fujimorismo y el PPC, vendieron la decencia por un plato de lentejas, dos y un asiento en el TC, respectivamente.
Así, desacreditados el gobierno y la oposición, con el Apra arrinconada por las graves acusaciones de corrupción, y las izquierdas fosilizadas y sin liderazgo, se abre el camino otra vez para que algún advenedizo se aproveche de la situación, como ya ha ocurrido varias veces en el Perú, siempre con resultados que después tenemos que lamentar.
Porque los caudillos antisistema solo están contra el sistema para hacerse populares y llegar al gobierno. Cuando se apropian del poder, utilizan los peores recursos del orden establecido para la corrupción y su perpetuación en el gobierno.
Ahora casi todos los jefes partidarios dicen arrepentirse de la pésima decisión que ellos tomaron, pero el daño ya está hecho. Ojalá que rápidamente encuentren una salida legal para anular el despropósito que han cometido.
Nancy Obregón y el narcotráfico
La captura de Nancy Obregón y otras 30 personas ha confirmado el nivel de penetración del narcotráfico en el Estado.
Obregón fue llevada al Congreso por Ollanta Humala en el 2006 y, a pesar de los numerosos escándalos que protagonizó, fue apoyada y empleada desde el 2011 por el humalista Daniel Abugattás en el mismo Parlamento.
La vinculación de Obregón –y de su colega Elsa Malpartida– con el narcotráfico y el terrorismo era conocida en la zona donde operaban, el Alto Huallaga, desde principios de la década pasada.
Los antecedentes son numerosos. Por ejemplo, el 2009 cayó en Lima con 140 kilos de cocaína un ex asesor suyo, junto con el primo de su guardaespaldas y hombre de confianza, al que ella nombró para sucederla al frente de la asociación de cocaleros de Tocache (hoy día también preso).
En el 2010 se descubrieron en su pueblo dos pozas de maceración de pasta básica de cocaína, de propiedad del marido de Obregón y padre de sus cinco hijos, el ex policía Fabio Chávez, ampliamente señalado como jefe de una firma del narcotráfico. En ese negocio estaban involucradas las hermanas y la madre de Obregón.
A pesar de las evidencias, Obregón siempre salió impune, por la protección política y la ayuda de una legión de tontos útiles, ONGs y periodistas, que la defendían y resguardaban, con argumentos tan necios como decir que es macartismo denunciarla.
Obregón tiene una capacidad innata para mentir y engañar. Pero hay que ser muy ingenuo u obtuso para desechar las evidencias que ha obtenido ahora la Policía y para pensar que toda la familia y allegados
–marido, hermanas, guardaespaldas, asesores– están involucrados con el narcotráfico y ella, la lideresa del clan, es una inocente paloma.
Su argumento de la persecución política es simplemente ridículo. Ella es una connotada militante del humalismo, ha sido congresista y funcionaria del gobierno, protegida durante años por ellos.
Por el contrario, la influencia política jugará a su favor en este gobierno. Por eso, hay que demandar que esta vez no haya interferencias indeseables y Obregón asuma su responsabilidad.