En artículo publicado en Espacio Compartido, el ex ministro de Trabajo Fernando Villarán alerta de la necesidad que el Estado regule el mercado financiero para evitar abusos de los «vivos» del libre mercado y crisis como la reciente de Wall Street, que llevó al mundo a la mayor recesión desde la segunda guerra mundial.
Espacio Compartido. Debo a Luis Pásara y Alberto Gonzales haber entrado en contacto con este magnífico cuento que circula en la Internet española:
Un señor se dirigió a una aldea donde nunca había estado antes y ofreció a sus habitantes 100 euros por cada burro que le vendieran.
Buena parte de la población le vendió sus animales. Al día siguiente volvió y ofreció mejor precio, 150 por cada burrito, y otro tanto de la población vendió los suyos.
A continuación ofreció 300 euros y el resto de la gente vendió los últimos burros. Al ver que no había más animales, ofreció 500 euros por cada burrito, dando a entender que los compraría a la semana siguiente, y se marchó.
Al día siguiente mandó a su ayudante con los burros que compró a la misma aldea para que ofreciera los burros, esta vez a 400 euros cada uno. Ante la posible ganancia a obtener la semana siguiente, todos los aldeanos compraron sus burros a 400 euros, y quien no tenía el dinero lo pidió prestado.
De hecho, compraron todos los burros de la comarca. Como era de esperar, este ayudante desapareció, igual que el señor, y
nunca más se les vio. De inmediato, la aldea quedó llena de burros y de endeudados.
Los que habían pedido prestado, al no vender los burros, no pudieron pagar el préstamo.
Quienes habían prestado dinero recurrieron al Ayuntamiento diciendo que si no cobraban, se arruinarían ellos; entonces no podrían seguir prestando y se arruinaría todo el pueblo.
Para que los prestamistas no se arruinaran, el Alcalde, en vez de dar dinero a la gente del pueblo para pagar las deudas, se lo dio a los
propios prestamistas. Pero éstos, ya cobrada gran parte del dinero, no perdonaron las deudas a los del pueblo, que siguió igual de endeudado.
El Alcalde dilapidó el presupuesto del Ayuntamiento, el cual quedó también endeudado.
Entonces se pide dinero a otros ayuntamientos; pero éstos le dicen que no pueden ayudarle porque, como está en la ruina, no podrán cobrar después lo que le presten.
Resultados:
Los vivos del principio, forrados de dinero.
Los prestamistas, con sus ganancias resueltas y un montón de gente a la que seguirán cobrando lo que les prestaron más los intereses, incluso adueñándose de los ya devaluados burros con los que nunca llegarán a cubrir toda la deuda.
Mucha gente arruinada y sin burro para toda la vida. El Ayuntamiento, igualmente arruinado.
Así funciona el libre mercado y así viene a salvarlo la socialdemocracia española.
No se quién es el autor de este cuento, pero ciertamente ha logrado presentar de manera simple y jocosa, las complejidades de la crisis financiera iniciada en Wall Street, que explotó en setiembre del 2008, llevando al mundo a la mayor recesión desde la segunda guerra mundial.
La moraleja, es clara: los mercados financieros no pueden funcionar solos, sin regulación. Desde siempre han existido vivos que le han vendido el monumento de San Martín, de la plaza que lleva su mismo nombre, a los incautos recién bajados de la Sierra.
Sólo tenemos que recordar a Carlos Manrique que embaucó a miles de compatriotas con la promesa de altas tasas de interés por sus “inversiones”. Y desde siempre, también, han existido sonsos que son capaces de embarcarse en supuestos negocios maravillosos sólo para terminar perdiendo su dinero.
En el caso de la crisis actual, el sector financiero entero se prestó como el terreno perfecto de esta gigantesca estafa. Los vivos de los bancos de inversión se aprovecharon de que la mayoría de los ahorristas, inversionistas, especuladores de corazón y “futuros millonarios”, no conocen ni dominan los vericuetos de los instrumentos financieros opacos, que ellos crearon y vendieron a todo el mundo.
Los sonsos abundan, como en el caso del cuento, que pensando que van a hacer el negocio de su vida (en este caso comprar los burros a 400 euros para venderlos al precio prometido de 500 euros), son capaces de arriesgar los ahorros de toda su vida, o de endeudarse, comprometiendo sus ingresos futuros.
Tanto los vivos como lo sonsos actúan en el “libre mercado” y son llevados por su “interés particular”, como nos lo dijo desde hace muchos años Adam Smith. Ambos creen que están haciendo un buen negocio, con la diferencia que los sonsos no tienen información de todo el esquema, y los vivos sí la tienen, además de controlar la situación.
Por ello, se necesita una institución que mire el conjunto de la situación, que defienda el interés general, por encima del interés particular; y esa institución es ciertamente el Estado. Un Estado regulador del mercado, sobre todo, del mercado financiero.
Esto es lo que está tratando de hacer Barack Obama en Estados Unidos, y por intentarlo, el partido republicano y los conservadores de su país lo están acusando de “socialista”, de querer acabar con la libertad en el mercado, alentados por no pocos medios de comunicación que defienden los intereses de los banqueros (los vivos).
Es decir, los sonsos están pidiendo a gritos, que el Estado no se meta, para que puedan seguir siendo engañados por los vivos. En los próximos meses vamos a ver si se salen con la suya.
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